La pandemia del COVID-19 está haciendo estragos en la gran mayoría de las economías mundiales, pero hay países como España especialmente damnificados.
Las últimas previsiones publicadas por el FMI dibujan un escenario peor de lo esperado, con una caída de la producción española que puede superar el 12,8 % del PIB.
El elevado peso de sectores como el turismo en este país, bloqueado por las restricciones a la movilidad, está provocando que el impacto sea muy por encima de la caída del 4,9 % prevista por el organismo internacional de cara a 2020. «El balance en Estados Unidos y la zona euro será claramente negativo, mientras que las zonas en desarrollo, especialmente Asia, se espera que lideren la recuperación económica pos-COVID-19», considera Joan Torrent, catedrático de Economía y profesor e investigador de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC.
La protección del trabajo durante la pandemia y su reasignación durante la recuperación serán factores clave, según apunta Torrent. Y es que, según datos relativos a Estados Unidos, las empresas no tienen intención de volver a contratar a una tercera parte de los trabajadores que han despedido durante la pandemia. La economía mundial ya tiene experiencia en gestión de crisis globales y, por tanto, ya se cuenta con respuestas como «proteger y capitalizar los tramos empresariales y de personas más perjudicados». Ahora bien, esta no es una crisis normal y tendrá un conjunto de afectaciones que, «por su novedad, no tenemos todavía aparato económico para entenderlas», asegura Torrent. Nueva normalidad, nueva economía.
Uno de los efectos nuevos que destaca Torrent es la aceleración de los tiempos económicos: las primeras ocho semanas de crisis se llevaron casi una cuarta parte del tejido laboral de Estados Unidos. Esta virulencia es «incomparable con ninguna otra crisis conocida», sentencia el catedrático. Este deterioro, que se explica por el parón económico drástico y por las restricciones de movilidad, evidencia que los sectores que se han mostrado más flexibles para hacer teletrabajo han sido los menos afectados por la crisis.
Invertir en formación y un nuevo contrato social
Esta realidad denota la «importancia absoluta de la transformación digital como instrumento, no ya para una crisis menos dura, sino como elemento imprescindible para competir en la nueva ola pos-COVID-19», vaticina Torrent. El hito de la transformación digital viene de lejos y conlleva muchos retos, porque «parte de tecnologías diferentes, usos diferentes y genera efectos sociales y económicos diferentes». Pero el reto más importante para todos es poder movilizar las capacidades de cada empresa para que la transformación digital tenga «efectos positivos y, sobre todo, duraderos».
Para alcanzar esta meta, Torrent asegura que la «reorganización de la economía y las empresas es clave, ya que la transformación digital por sí sola no salvará de los efectos de la crisis». Esto exige formar y preparar culturalmente a la sociedad para que sea capaz de interactuar con las nuevas tecnologías y de estar «suficientemente empoderada para ver sus límites y excesos», advierte el catedrático. En esta nueva economía, el espíritu crítico debe estar «a la orden del día para que el talento pueda aflorar sin problemas y esto solo es posible con un nuevo contrato social que cambie la competitividad por la gobernanza colaborativa».
Esta capacitación que propone Torrent va «mucho más allá» de las competencias digitales básicas y de la organización actual de las instituciones educativas. Es decir, el futuro en la formación digital pide cambiar los modelos de enseñanza tradicionales: «flexibilidad, rapidez y orientación a resultados del momento» son las claves que, según el catedrático, hay que aplicar para una buena formación en TIC. De otro modo, «no se aprovecha todo el potencial de la tecnología para el aprendizaje».
Digitalizar el turismo
Pero si la capacidad de adaptación a esta digitalización determinará la magnitud de la crisis y la solidez de la recuperación, ¿qué pasa con aquellas economías, como la española o la catalana, fundamentadas en gran medida en sectores como el turismo o los servicios? Para empezar, Torrent asegura que «la tecnología es un instrumento, no un objetivo, y que el abanico es tan amplio que no hay ninguna actividad económica que no tenga unas tecnologías idóneas para transformarse».
El catedrático asegura que la flexibilización del turismo tiene que ver con muchos factores: «Es necesario que se empiecen a imaginar modelos que combinen presencialidad y virtualidad». En este nuevo escenario, entrarían en juego tecnologías como la realidad virtual o aumentada. También se plantea explotar el vínculo con otras actividades vinculadas a la cultura, la gastronomía o los deportes. En otras palabras, Torrent propone que los turistas dejen de ser «personas que viajan físicamente y empezar a pensar en ellos como quien tiene un vínculo emocional con un territorio que puede mantenerse gracias a las herramientas que ofrece la digitalización».
Este sería un gran cambio para el sector turístico, pero «la profundidad de la recuperación depende de la profundidad de la transformación digital», asegura Torrent, quien advierte, sin embargo, que «para optimizar el retorno de esta digitalización, hay que acertar plenamente en los cambios y las reorganizaciones». En esta línea, el catedrático apunta que la economía catalana o española necesita una «completa reorganización». «Hay que reestructurar los principios, las estrategias y culturas empresariales para adaptarlas al proceso de transformación digital». Y, una vez aquí, hay que garantizar una constante innovación. Una situación que Torrent asegura que está «muy lejos de la realidad actual».
Es por ello por lo que el catedrático no se muestra optimista a corto plazo. «Los estragos de la crisis se enquistarán más allá del verano y permanecerán bolsas de desigualdad e informalidad», alerta. Sin embargo, confía en las ayudas europeas, que considera «claramente vinculadas a una capitalización eficiente de la economía que no debería repetir errores del pasado». Hay que estar atentos, dice, al modelo económico en el que se invierta ese dinero, porque «la reorganización depende de nosotros y de la capacidad de movilizar liderazgos y acuerdos transversales», apunta.