La capacidad de producción de una persona es el activo principal que tiene

9 condiciones de la valía profesional

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Actualizado 16 | 08 | 2018 07:00

Valor profesional

Cuando hablamos de valía profesional o el valor profesional de una persona, generalmente nos estamos refiriendo a su capacidad de producción, es decir, a lo que es capaz de hacer para generar algo que tenga valor y pueda ser intercambiado por cierto precio.

Según el libro Emprender es una forma de vida. Desarrollo de la conciencia emprendedora, escrito por Carlos Nava Condarco, la capacidad de producción de una persona es el activo principal que tiene como agente económico. Es por medio de ella que alcanza sustento para encarar las demandas económicas que plantea la vida.

A diferencia de lo que muchos piensan no es el empleo, el emprendimiento o la cuenta en el banco lo que garantiza los ingresos que cada quién necesita para solventar los gastos en la vida, dice el autor. El empleo puede terminar, el negocio fracasar o la cuenta del banco desaparecer, pero la capacidad de producción acompaña a la persona siempre y permite que todo vuelva a construirse y crecer.

Capacidad de producción

La medida de beneficio que la capacidad de producción brinda depende del valor que haya alcanzado. En tanto mayor sea este valor, más alto el rendimiento o los resultados que otorga.

Cuando la capacidad de producción no tiene un valor importante la persona encuentra todo más difícil de hacer y conseguir. Y cuando esa capacidad no se diferencia esencialmente de otras que disputan los mismos objetivos en el mercado, se precisa mucho esfuerzo para hacer prevalecer intereses e inquietudes propias.

Es posible que se haya conseguido un empleo interesante, un contrato o desarrollado un buen negocio, pero si esto no tiene raíces en la capacidad de producción, tiende a ser pasajero o poco eficiente en el largo plazo. En cambio, cuando todo se desarrolla bajo la cobertura de la capacidad de producción existe más probabilidad de alcanzar sostenibilidad y crecimiento. A ello se orienta el valor profesional.

Diferencia entre prosperidad, bienestar y riqueza

Justamente en esto radica la diferencia entre prosperidad, bienestar y riqueza, señala Carlos Nava:

La prosperidad es un curso que toman las cosas, uno condicionado por el éxito en lo que se emprende, la “buena suerte” en lo que sucede o el curso favorable de las cosas. La prosperidad consiste en tener aquello que uno quiere y necesita para su vida en el plano material, espiritual o ambos. La prosperidad no es exclusiva de personas que tienen grandes sumas de dinero y abundantes bienes materiales, responde a expectativas y tiene relación con aspiraciones y ambiciones.

En cambio, el bienestar está asociado al factor tiempo, a la eventualidad y a la contingencia. Se puede estar bien en determinado momento o circunstancia y no en otros.

Mientras que la riqueza es un estado más integral, uno al que se llega, no un estado del que se parte. La prosperidad es uno de los caminos que puede conducir a la riqueza, un camino amplio, firme y seguro, y este es el que transita el profesional de valor.

Condiciones básicas

Para que la capacidad de producción alcance el mayor valor posible, según Condarco, algunas condiciones básicas son las siguientes:

  1. Debe fundamentarse en dones, talentos, habilidades especiales o aptitudes particulares que tenga cada persona. Si la capacidad de producción se sustenta sólo en conocimiento, estudio, aprendizaje o experiencia, alcanza menos valor. Todas las personas tienen destrezas particulares y diferentes a las de los demás, orientaciones, inclinaciones que se manifiestan desde temprano. Sobre esas fundaciones debe construirse la capacidad de producción. Si alguien se convierte en Ingeniero porque encuentra que ello puede ser útil en el Mercado o porque “toda la familia”  lo hace “desde siempre”, pero carece de virtudes diferenciadoras, será probablemente un “buen ingeniero” y poco más. La profesión sustentada en dones y talentos, sean cuales fueran, constituye un punto de partida mucho más sólido para construir valor.
  2. Cuando la capacidad de producción se sustenta en virtudes que se distinguen genera un flujo de energía muy beneficioso: la persona que hace algo mejor que otras tiene un estímulo natural  que la conduce permanentemente a la mejora. No depende de factores que lleguen del entorno para dinamizar su progreso, la energía es interna.
  3. Cuando la capacidad de producción se sustenta en virtudes distintivas, la persona está haciendo algo que le gusta hacer. Y este es el punto de partida fundamental para la satisfacción, la alegría y la felicidad. Todos estos son motores incomparables para la eficiencia y la productividad.
  4. Todo aquel que quiera darle valor a su capacidad de producción debe aspirar a ser el “mejor del mundo” en lo que hace. Así de sencillo. En este objetivo no deben existir autolimitaciones. Nada impide que uno aspire a ser “el mejor del mundo” en aquello que hace. Las condiciones hoy son mejores que nunca para que esto sea posible, o al menos constituya el camino sobre el que transite toda vida profesional. Se trate del Ingeniero Electrónico, del Médico, del Fontanero, del Jardinero o del Heladero; sea cual fuese el oficio, este debe ejercerse como “el mejor del mundo”. Las personas que adoptan este camino para desarrollarse profesionalmente brillan entre las demás, son reconocidas sin hacer ningún esfuerzo, son demandadas sin ofrecerse, y siempre obtienen el pago que la medida de su valor representa.
  5. Así como tienen que fundamentar sus tareas de producción en talentos distinguidos, las personas que quieren darle el mayor valor a su capacidad de producción deben estar muy conscientes de sus debilidades, es decir, de aquello que no conocen, no saben o no pueden hacer con el mismo nivel de calidad que otros. El conocimiento de estas “debilidades” no persigue que exista resignación, busca que a su alrededor se construyan sólidas fortalezas. Son muchas las personas que fracasan o sufren percances profesionales porque ignoran o subestiman sus debilidades y sobre ellas desarrollan buena parte de su capacidad de producción. Esta “soberbia profesional” quita valor a las genuinas capacidades. Lo apropiado es que sobre las debilidades se levanten sólidas estructuras de soporte recurriendo al apoyo de personas idóneas, formando equipos de trabajo, evitando situarlas en la “ruta crítica” del oficio que se desempeña y, finalmente, haciendo esfuerzos para sumar conocimientos y experiencias respecto a ellas. La persona con sólido valor profesional entiende que la fuerza se multiplica con el concurso de muchos y por medio de la sinergia en las tareas y destrezas del grupo. La habilidad para conseguir ayuda y el concurso de los demás es vital como contribución al valor.
  6. Los conocimientos que otorgan valor a la capacidad de producción no provienen solamente de las fuentes de sabiduría tradicional. El profesional de valor entiende que en la vida todos son maestros que tienen algo por enseñar, sabe que entre aquellos que lo rodean se encuentran los conocimientos más importantes, los que nunca podrán hallarse en los libros. Los conocimientos de aula son una fracción pequeña del conocimiento que está disponible, en realidad son la fuente más limitada. El profesional de valor aprende de todo lugar por el que transita, de cada situación y criatura con la que interactúa.
  7. Pocas cosas dan mayor valor a la capacidad de producción que la experiencia, y esta se encuentra indefectiblemente asociada al tiempo. El profesional de valor acumula experiencia como quien atesora lo más valioso que existe y, asimismo, respeta a todo aquel que la tiene y puede compartirla. La experiencia es un bien más escaso que el conocimiento y mucho más valioso, porque es conocimiento sometido a las pruebas de la vida. Desde la experiencia se llega a la sabiduría, no desde el conocimiento llano. Y la sabiduría constituye, obviamente, el punto más alto de aporte de valor.
  8. El profesional de valor sabe que el mayor tesoro que tiene se encuentra “entre sus dos orejas”, que la reflexión que se practica con paz de espíritu es el vehículo que convoca todo conocimiento. Que no existe problema que no tenga solución o que, en definitiva “si no hay solución, no hay problema”. Cuando parece que todo se desmorona o nada fluye recurre al cerebro, porque es la herramienta más poderosa que la naturaleza te ha dado.
  9. Sin la actitud apropiada, todo lo expuesto carece de sentido. Pueden concurrir todos los factores, pero si la persona no entiende y asume que esto se encuentra a su alcance, nada saldrá del simple y vano postulado. Posiblemente la forma de definir la actitud apropiada sea señalando que el profesional debe CREER en lo siguiente:
  • Que él tiene la posibilidad de ser un profesional de valor.
  • Que la capacidad está definida desde el momento mismo que llega a este mundo dotado de particulares dones, habilidades y talentos.
  • Que habitualmente hace falta “muy poco” para distinguirse mucho de la media.
  • Que todo aquello que se siembra indefectiblemente se cosecha.
  • Que puede ser “el mejor del mundo” en lo que hace.
  • Que el empleo es una opción que existe para la realización del valor, pero no es ni el principio ni el fin de la historia, ni de ninguna manera define la valía de una persona.
  • Que si uno no construye, reconoce y califica su propio valor, entonces permite que otro lo haga a su estricta discreción.
  • Que el valor personal y profesional constituye el activo más importante que existe.
  • Que en la vida triunfa aquel que ha sido capaz de superar mejor los fracasos que otros.
  • Que la vida vale la pena vivirla buscando lo mejor y sacrificando lo bueno.
  • El profesional de valor debe estar completamente convencido que solo al que cree le está reservado alcanzar la victoria.

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