La forma tradicional de emprender nos dice que, para llevar a buen puerto nuestro negocio y conseguir un producto o servicio rentable, debemos encerrarnos en la oficina, elaborar un plan de negocio, pedir financiación y lanzar el producto al mercado.
Pero lo cierto es que, aún haciendo todo esto, alrededor del 90% de los nuevos proyectos empresariales fracasan. El lean startup nació para combatir esta tendencia, rediseñando este proceso para hacerlo más eficiente según nuestro tipo de empresa o producto.
La filosofía lean startup es una metodología de trabajo para la creación de nuevos negocios y el lanzamiento de nuevos productos o servicios, eliminando todos aquellos “desperdicios” que se generen en las fases anteriores a la salida a mercado. Es decir, pretende ahorrar tiempo, trabajo y dinero, y minimizar los riesgos del emprendedor. Se suprime todo aquello que es innecesario o superfluo, resaltando todas aquellas actividades que aportan valor a la cadena de producción. Consiste en analizar las necesidades específicas de los consumidores para poder satisfacer estas mismas utilizando los mínimos recursos posibles. Uno de los ejemplos más claros sería la eliminación de stocks intermediarios entre procesos.
El concepto, acuñado por el ingeniero y cofundador de varias startups en Sillicon Valley, Eric Ries, proviene de Japón, concretamente de la empresa Toyota y de su sistema de producción “lean manufacturing” (producción ajustada en castellano), que consiste en identificar y eliminar los desperdicios, es decir, cualquier actividad humana que consume recursos pero que no genera valor. Ya en el 2011, el término fue recuperado por Ries para aplicarlo a las empresas de nueva creación en su libro The Lean Startup.
Cómo aplicar el lean startup
La clave de esta teoría esta en la creación del Minimun Viable Product, es decir, el producto mínimo viable (MVP), lanzarlo al mercado y escuchar qué tiene que decir sobre él nuestro público objetivo. Esto nos permitiría ahorrar un tiempo y unos esfuerzos sustanciales en ciertas evoluciones del producto que podrían no convencer al consumidor.
Una vez lanzado nuestro prototipo, la estrategia se basa en tres principios: aprender, experimentar y pivotar.
Debemos conocer, aprender, cuáles son las necesidades de nuestro público objetivo y entender qué aspectos podríamos mejorar a partir de sus experiencias. Pasamos así al siguiente paso, la experimentación: experimentar con diversas hipótesis y observar el comportamiento hacia ellas del consumidor, nos hará pivotar (tercer paso) respecto de la idea inicial, proponiendo alternativas cada vez más próximas a la mejor idea.
El objetivo del lean startup es reducir, lo máximo posible, el riesgo en el lanzamiento de nuevos productos o servicios y, para ello, esta filosofía sostiene que la mejor forma de hacerlo es dejar que el propio mercado y los propios consumidores guíen nuestra estrategia, y no al revés. Con esta metodología, se va construyendo y perfeccionando el producto cuando se tienen más datos sobre su comportamiento, invirtiendo mayores sumas de dinero sólo cuando es más factible que no se desperdicie.
El modelo Canvas para lean startup
La filosofía lean startup aboga por un plan de negocio vivo, que se pueda ir modificando según eliminas/ratificas hipótesis sobre tu negocio. La mejor forma de hacerlo es el modelo Canvas. En una situación de incertidumbre como es la creación de una nueva empresa, este modelo, que divide el plan de negocio, por columnas, en clientes, oferta, infraestructuras y viabilidad económica, y que se suele rellenar con post-its, te permite ir jugar con los distintos elementos a medida que avanzas en tu negocio.
Inconvenientes del lean startup
Aunque posee muchas ventajas relativas a la rapidez y ahorro de fases productivas, también es cierto que la filosofía lean startup tiene algunas desventajas:
- Sólo sirve para empresas de nueva creación, no para aquellos que, por ejemplo, siendo tradicionales, quieran reinventarse.
- Ideal para empresas online… pero no para las offline. En internet, los costes son mucho más bajos pero, para una empresa offline, los costes de I+D sobre el producto son elevadísimos, así como los costes de distribución. Esto dificulta la implantación de esta metodología en el ámbito empresarial más tradicional.