Aunque aparentemente suene como algo positivo, la realidad es que no intentar salir de la zona de confort es una de las razones por las que nos atascamos y no logramos progresar.
Es innegable que todos buscamos un cierto grado de seguridad en la vida dado que es una de nuestras necesidades primarias (recuerda la Pirámide de Maslow), y la zona de confort ofrece esa falsa sensación de seguridad psicológica. Pero, en realidad, puede convertirse en un lugar donde no podremos crecer, ni evolucionar como personas.
¿QUÉ ES LA ZONA DE CONFORT?
La zona de confort es un estado mental que nos mantiene prisioneros de la misma rutina diaria y nos convierte en víctima de los mismos hábitos. En ese lugar acabamos haciendo siempre lo mismo, sin arriesgarnos a probar nada nuevo, viviendo en la seguridad de lo conocido por aburrido que pueda llegar a ser. Reducimos nuestra experiencia vital y nuestro mundo a un pequeño reducto que conocemos y sentimos que podemos controlar y en donde nos sentimos a salvo.
Pero la vida es antirutinaria y cuando la forzamos a que sea justo lo contrario, la vida deja de ser vida. Hacer siempre lo mismo por miedo al fracaso -o a lo desconocido- puede esconder un problema de baja autoestima o de falta de confianza en uno mismo. Y lo curioso es que precisamente esa autoestima crece aceptando los retos que el destino nos presenta y enfrentándonos a aquello que no controlamos o tememos, aquello que nos saca de la zona de confort.
La vida comienza al final de tu zona de confort
Esa zona de confort en algunos casos también tiene que ver con ciertas convicciones y profundas creencias limitantes. Por ejemplo, se me vienen a la mente esos casos de personas que se encierran en sí mismas, que sólo escuchan a quienes piensen como ellos y rechazan todo lo que no encaje con sus esquemas mentales previamente establecidos. Todo ello provoca que vivan en su particular micromundo del que no quieren salir, y frenando cualquier posibilidad de evolución o desarrollo personal.
No lo olvides: las creencias se encierran en sí mismas; el conocimiento se abre para descubrir y expandirse.
Como decía Neale Donald Walsch, la vida comienza al final de tu zona de confort, y lo cierto es que si no hacemos nada nuevo, ni creceremos ni aprenderemos. Por ello, hay algo que deberíamos tener presente: la confianza y la autoestima crecen de forma directamente proporcional a los desafíos y miedos a los que nos enfrentamos. Cuanto más evitamos y huimos de ellos, más los perpetuamos en nuestra vida.
La cuestión es que las supuestas modernas vidas que todos tenemos -y a pesar de toda la tecnología del mundo- están absolutamente dominadas por nuestros primitivos miedos. Y ello se deba a que la función principal de nuestro cerebro desde hace miles de años es protegernos de todo aquello que pueda suponer un peligro o una amenaza.