Con toda probabilidad, esta primavera el PIB recobrará su nivel anterior al estallido de la burbuja inmobiliaria y financiera

Primavera económica

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Actualizado 27 | 03 | 2017 10:00

La economía española está a punto de recuperar los cerca de 100,000 millones de euros de producción perdidos por causa de la crisis.

Con toda probabilidad, esta primavera el PIB recobrará su nivel anterior al estallido de la burbuja inmobiliaria y financiera.

Bien es cierto que el punto de inflexión se ha logrado con dos años de retraso con respecto al conjunto de la zona euro, pero la fase expansiva es más intensa en España. Se anticipa un sólido crecimiento, del 2,5%, para el conjunto del 2017, frente al 1,8% para la zona euro. Y del 2,2% el año próximo, medio punto más que en la zona euro.

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Además, este crecimiento es más equilibrado que en anteriores fases de recuperación. Se pronostica el mantenimiento del dinamismo exportador y de la inversión en bienes de equipo, así como de un confortable superávit externo. Tanto los hogares como las empresas se han desendeudado, y seguirán haciéndolo durante los próximos dos años.

La sociedad ha demostrado una admirable capacidad de resistencia, seguramente gracias a los vínculos familiares y las redes de solidaridad que caracterizan este país. Lejos de producirse brotes de xenofobia, como en el centro de Europa, menos castigado por la crisis, España sigue siendo un país abierto.

Sin embargo, todavía queda un largo camino por recorrer para cerrar la crisis. Desde el inicio de la recuperación, se han creado 1,6 millones de empleos, un buen resultado. Pero que representa menos de la mitad de los 3,4 millones de puestos de trabajo destruidos durante el periodo 2008-2013. Si la economía mantuviera un ritmo estable de crecimiento, el empleo recuperaría su nivel anterior a la crisis dentro de cinco primaveras, es decir en el 2022. Los salarios se han contraído y la pobreza laboral se ha extendido, como advierte la OCDE en el informe publicado esta semana. El empleo en la zona euro acaba de retornar a los niveles pre-crisis, lo que ha contribuido a contener las desigualdades.

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La deuda pública es otra secuela de la crisis. Su nivel en enero de este año (último dato disponible) representaba prácticamente lo que produce el país en un año, es decir casi el triple que en enero del 2007. Es un factor de vulnerabilidad, sobre todo teniendo en cuenta el pistoletazo a la subida de tipos de interés que acaba de dar la Reserva Federal americana. Por tanto se necesita un esfuerzo importante para moderar la progresión del endeudamiento público, algo que la actual parálisis presupuestaria no permite.

Más allá de los retos pendientes en materia de empleo y de endeudamiento, la verdadera recuperación se producirá cuando se hayan corregido las causas de la crisis. Claro que se ha reformado. Por ejemplo en materia de reordenación del sector bancario, mejora de la financiación empresarial, disminución de la exposición de los bancos al ladrillo y menor interferencia política en el funcionamiento de las entidades.

Estas reformas han tenido un coste elevado para el contribuyente, que ha asumido buena parte de las pérdidas derivadas de la burbuja de crédito inmobiliario. La OCDE está en lo cierto cuando preconiza el máximo rigor en la aplicación de estas reformas y en la prevención de nuevas derivas que a menudo se producen al calor de la euforia que conlleva las fases expansivas.

También conviene actuar mediante un control más riguroso del gasto público. La creación del Airef se considera una buena práctica internacional y ha sido saludable, por facilitar un seguimiento global de los presupuestos. Pero se echa de menos una evaluación más contundente de cada programa o actuación. La licitación de obra oficial y la concesión de permisos para la construcción de viviendas y de infraestructuras requieren de mecanismos de vigilancia más estrictos.

Los casos de corrupción que se han dado a conocer, traducen una debilidad desconcertante en la asignación de recursos públicos. Afortunadamente, la justicia actúa con contundencia, pero con excesiva lentitud. Además la prevención necesita refuerzo. La agencia de evaluación de las políticas públicas no parece estar a la altura de las circunstancias, que invitan a un examen exhaustivo del funcionamiento de las administraciones públicas.

Las buenas perspectivas económicas han desatado un viento de optimismo en los mercados. Pero conviene evitar la complacencia, manteniendo el esfuerzo reformador para prevenir nuevos desequilibrios y cerrar las cicatrices de la crisis.


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