Hoy más que nunca innovar es una obligación porque en un mercado como el actual, competitivo y cambiante, las empresas deben de construir solidas ventajas competitivas. Y una de las mayores innovaciones empieza por la digitalización de la gestión, es decir, dejar de lado el papel y acceder a todo el negocio (facturas, contabilidad, impuestos…) desde donde estemos. Es la época de la nube, del cloud.
Recurriendo al marketing lateral como una herramienta que permite diferenciaciones gracias a la obtención de cambios radicales es posible esa innovación, año tras año. Pero innovar es mucho más que tecnología; es un concepto basado en la misión de la dirección de toda empresa, a través de un proceso continuo, planificable y gestionable. No es algo casual y esporádico.
Hay que huir de la burocracia y de la rutina para así impulsar el cambio e innovar tanto en procesos como en productos y servicios, y para ello dirección y trabajadores tienen que trabajar de forma común. Eso que implica que la empresa innovadora debe de estimular la formación de sus trabajadores, el cuidado y la revisión de los procesos internos que realiza y la existencia de un sistema retributivo que permita premiar y recompensar, a través de ascensos y reconocimiento no sólo económicamente, a aquellos que vayan más allá de la simple sugerencia. Todos hemos nacido con capacidades creativas, aunque muchas veces el sistema educativo nos las haya limitado.
Innovar implica crear el ambiente adecuado para poder materializar esa creatividad en innovaciones reales a nivel de organización, canales de comercialización, logística, o gestión y automatización de la información.
Las pequeñas empresas suelen innovar muy poco por la falta de recursos humanos y financieros para afrontar el proceso, aunque la verdadera clave es encontrar una metodología propia para innovar mediante la búsqueda de ideas rompedoras a nivel de productos o servicios y de gestión. Es decir, nuevos productos y servicios que supongan una mejora significativa, así como métodos de organización y comercialización. En resumen, innovar en lo que hace la empresa, en cómo lo hace, en cómo lo comercializa, y en cómo lo organiza internamente, de cara a tener una ventaja competitiva en el mercado.
Hay que saber hacer algo diferente al resto y desarrollar nuevos productos y servicios, que a veces supone llevar a cabo una investigación, y otras veces es cuestión de nuevos procesos o sistemas. Sea como sea, hay que aprender primeropara luego poder innovar y así proteger el negocio como han hecho grandes empresas como Google o Apple. Y el proceso de aprender implica fijar hitos, tejer alianzas, financiar el proceso de investigación y desarrollo, y comercializar u organizar internamente la innovación. El riesgo del proceso de innovar dependerá de los conocimientos del equipo, los recursos de todo tipo, y de disponer de un buen plan.
El premio a innovar es grande: superar la incertidumbre de la pequeña empresa que se ve envuelta en un entorno con mayor competencia, cambios más rápidos y drásticos, y una mayor segmentación que hace que los ciclos de vida de los productos sean cada vez más cortos.