En la vida hemos de saber diferenciar entre objetivos y metas. A veces pensamos que son la misma cosa, hitos a lograr sin más para demostrar unos resultados finales. Sin embargo, hay que separar ambos conceptos, aunque no desemparejarlos.
Los primeros deben ser grandes, ambiciosos (sin perder el hilo de la realidad) y planificados a medio o largo plazo. Están en la cúspide de la pirámide. Las segundas, enfocadas hacia el corto plazo, deben estar diseñadas estratégicamente y en armonía para conseguir que los primeros se cumplan, un peldaño por debajo.
Para tener éxito y que ambas partes se vayan cumpliendo se necesita motivación, y para ello tanto el gran objetivo como las metas que lo rodean para conseguirlo deben ser lo más específicos y concretos posible. Es la mejor manera de que nuestro cerebro vea casi de forma tangible los resultados y beneficios que va a obtener y no ponga excusas a la hora de trabajar para alcanzarlos.
Hay que tener claro qué es lo que se desea, para qué se desea, cómo puede conseguirse, cuándo se espera lograr y qué personas pueden ayudar a lograrlo. También es importante desterrar el miedo: al fracaso, al cambio, a la decepción… Tiende a boicotear todos nuestros planes y nos empuja a coger la salida fácil ante cualquier dificultad: la del abandono de ese objetivo final. Por eso es tan importante concretarlo al máximo en nuestro cerebro, para que la motivación nos ayude a sobreponernos.
Una vez motivados, ya podemos diseñar una planificación estratégica de nuestras rutinas diarias, que deben ir encaminadas a lograr las metas que nos trasladarán hacia nuestro objetivo final. Esos hábitos bien estructurados en nuestra agenda han de ser pequeñas tareas (que nosotros representamos con ‘cajitas’), concretas y definidas, relacionadas entre sí.
Un ejemplo para entender
En la dinámica que acabamos de explicar se encierra el ‘Método de las Cajitas’: una pirámide de acciones que debemos encajar en nuestra vida diaria y que arrancan en una base de tareas breves, sencillas y concretas, relacionadas entre sí con el fin de conseguir una meta. Esas metas, que están un escalón por encima, deben estar planteadas para alcanzar la cúspide, el objetivo final.
El diseño inicial de esta estrategia puede parecer complicado. Por eso, vamos a perfilarlo mejor con un ejemplo sencillo: el de marcarnos como objetivo final tener uno de los jardines mejor cuidados de nuestro barrio.
- Concreta al máximo el objetivo: Decir que queremos tener el mejor jardín del barrio es una frase tan general que no nos va a ayudar a motivarnos. Es necesario poner un foco más concreto, como por ejemplo ganar ese concurso de jardinería que se celebra todas las primaveras en nuestra ciudad. O llegar a convertir esa pasión en un pequeño negocio de distribución de flores y plantas.
- Planifica las metas que te ayudarán a lograrlo: A la hora de marcar la estrategia a seguir sobre el papel, lo lógico es plantear la pirámide desde la cúspide hacia abajo con multitud de ramificaciones. Una vez fijado el objetivo, toca pensar en las metas que debemos ponernos para alcanzarlo, y cuanto más concretas sean, mejor. En el ejemplo de la jardinería, podríamos plantearnos las siguientes: cubrir el suelo con césped natural, plantar un par de cerezos japoneses, instalar una pequeña fuente en un lateral, o una pérgola con plantas trepadoras, ubicar en un rincón una caja de compost, poner riego automático, elaborar un esquema para saber dónde ubicar cada flor, cada árbol, cada planta, etc.
- Cada meta, con sus pequeñas tareas: O ‘cajitas’, pequeñas acciones consecutivas, que deben poder encajarse perfectamente en nuestra agenda semanal. Y que deben ser todavía más concretas para poder conseguir cada meta planteada. Tomemos como ejemplo la meta del césped natural: no sólo debemos marcar en nuestro listado de acciones a desarrollar plantar el césped, regarlo, abonarlo y cortarlo.
Hay que ir más allá y anotar todas las tareas, por muy absurdas y sencillas que nos parezcan, para ser conscientes del tiempo y esfuerzo que nos va a llevar: informarnos sobre las mejores maneras de plantación, ir a la tienda, hacernos con rollos de césped natural, comprar un cortacésped, aprender a utilizarlo de forma óptima, instalar un sistema de aspersores para el riego, etc. Así, cada tarea que terminemos será un triunfo que nos servirá como acicate para seguir adelante, cueste lo que cueste.
- No perder la perspectiva: Es importante que no intentemos abarcar todas las metas a la vez, como mucho una o dos al mismo tiempo, y siempre que sean complementarias. Principalmente porque nos agobiaremos y terminaremos perdiendo el foco y dejando a un lado nuestro objetivo. Es importante que cada día revisemos nuestro listado, veamos qué acciones hemos cumplido y cuáles nos quedan por cumplir. Y en cuanto una meta esté tachada de la lista, pasar automáticamente a la siguiente. Sin prisa pero sin pausa.