Tradicionalmente, el papel de la dirección financiera (CFO) dentro de cualquier organización estaba fuertemente enfocado a funciones de control. Presupuestos, Tesorería, Contabilidad, Compras e Inversiones, entre otros, además del reporte de dichos controles a la Dirección.
Además, esta Dirección solía trabajar de forma independiente sin interactuar con otras Direcciones (Comercial, Operaciones, RRHH, etc.), lo cual la circunscribía a funciones puramente financieras.
Sin embargo, en la última década se viene observando una tendencia a adoptar un rol mucho más estratégico en la vida de la organización. Esta tendencia, espoleada notablemente por la crisis financiera, busca la optimización de todos los recursos de la empresa para reducir costes, aumentar la competitividad, incrementar los márgenes, buscar nuevas fuentes de financiación y, en definitiva, mejorar los resultados financieros de la organización, con una visión mucho más global de la estrategia de negocio.
Esta circunstancia ha convertido a la Dirección Financiera en un asesor de los órganos de Dirección y, en colaboración con ellos, diseñar la estrategia para hacer crecer el negocio y lograr los objetivos estratégicos de la Compañía.
En este nuevo rol es donde la Dirección Financiera ha encontrado grandes aliados que le han proporcionado un importante retorno en términos de inversión: La Consultoría, la Tecnología y el Outsourcing:
- La Consultoría ayudándole a identificar la estrategia para abordar los nuevos retos.
- La Tecnología que le ha permitido automatizar actividades con aplicaciones que le han aportado fiabilidad y rapidez en el análisis de la información y mejorar los sistemas de información de la compañía.
- Y el outsourcing, o externalización, que permite llevar a cabo procesos de negocio de forma externa a la empresa, permitiéndole enfocar sus recursos en el core business y las actividades que generan valor añadido para la organización.
Centrándonos en este último punto, es importante comentar que la externalización es una práctica cada vez más habitual en las empresas. Al encomendar las tareas no esenciales, la empresa consigue varios beneficios:
- Ahorro de costes fijos, pasando estos últimos a ser un coste variable directamente relacionado con la facturación.
- Permite asumir mayores proyectos sin incrementar el tamaño de la empresa.
- Mejora de los KPI´s, especialmente de la rentabilidad.
- Liberar recursos de tareas no esenciales, permitiendo que estos se centren en la creación de valor.
- Homogenización de los procesos internos de la compañía
La implantación de una estrategia de outsourcing conlleva también algunas dificultades y resistencias. Es muy común que surjan preocupaciones legítimas, como dudas acerca de la capacidad del partner para llevar a cabo las tareas encomendadas, o la posible pérdida de control sobre los procesos externalizados.
Para superar estas dificultades y que nuestra estrategia tenga éxito, es fundamental elegir al socio adecuado: una empresa sólida y con experiencia en las funciones que va a desarrollar. Además, el servicio debe contemplar planes de contingencia, un reporting periódico que nos ayude en todo momento a tener el control sobre las operaciones, acciones correctivas y un plan de acción a largo plazo, que nos permita evaluar la posibilidad de externalizar más funciones en el futuro. La elección del socio adecuado es determinante en el éxito o fracaso de esta estrategia.
Recurrir a este tipo de soluciones para la externalización de funciones financieras, ofrecidas por empresas especialistas en el sector, es una práctica habitual si no se cuenta la experiencia suficiente para afrontar estas situaciones.