Los mitos existen desde hace miles de años, y aunque su origen se debe a explicaciones fantásticas sobre hechos que en el momento de producirse no tenían demostración lógica, a día de hoy siguen siendo usados para describir situaciones a las que nos enfrentamos desde el desconocimiento.
Esto lo enmarca en uno de sus significados más peyorativos: el de una historia ficticia muy extendida pero inverosímil que trasciende a la lógica y que ha calado en el imaginario colectivo.
En la antigüedad, esas historias se transmitían de forma oral, mientras que hoy en día, se generan a través de comentarios o rumores que podrían llegar modificar nuestra percepción de situaciones corrientes y reales. En determinadas ocasiones podemos incluso hablar de lo que últimamente se conocen como noticias falsas.
Los medios de comunicación son los principales altavoces de cuanto ocurre a nuestro alrededor. Sin embargo, con la proliferación de las redes sociales y sus distintos soportes y plataformas, encontramos más y más información que debemos filtrar para separar el trigo de la paja.
La industria de los pagos electrónicos no es ajena a este tipo de noticias, rumores e historias ficticias aunque, en cualquier caso, ha de recordarse que siguen siendo mitos.
“Pueden hacer cargos en mi tarjeta de empresa contactless mientras viajo en transporte público”
Hace meses comenzó a circular un vídeo que supuestamente demostraba cómo era posible hacer cargos en tarjetas contactless en el transporte público acercando al bolsillo de los pasajeros un TPV portátil. En otras palabras, que cualquiera podía aprovecharse de esta tecnología para autorizar compras de pequeño importe sin conocimiento del usuario.
Nada más lejos de la realidad, para efectuar un pago -tanto si es de forma consciente como si es inconsciente- primero hay que teclear el importe exacto -siempre inferior a 20 euros para no tener que introducir el PIN- y acercar el plástico a una distancia de entre 3 y 5 centímetros al TPV y todo ello en menos de 30 segundos. En caso contrario, la operación queda anulada. Si a esto sumamos lo poco discreto que es ir por la calle con un terminal e incluso el pitido de confirmación que emiten estos aparatos al realizarse la transacción, sufrir un robo con este sistema es prácticamente imposible.
En caso de llevar más de una tarjeta de empresa contactless en el bolsillo -algo cada vez más común porque España es uno de los países más bancarizados de Europa- el fraude es todavía más difícil ya que a lo anterior hay que sumar que el usuario debe elegir con cuál quiere pagar el importe.
“Si pierdo la tarjeta de empresa me pueden dejar la cuenta a cero”
Como ya se ha mencionado, las nuevas tarjetas contactless permiten abonar hasta 20 euros sin necesidad de introducir el PIN. Para los más escépticos esto podría suponer un inconveniente en caso de pérdida, pero la solución es tan sencilla como sacar el teléfono móvil y llamar al emisor de la tarjeta (es recomendable tener apuntados los números que están en su reverso) para cancelarla y evitar problemas. A partir de ese momento, cualquier intento de pago será rechazado o invalidado y, además, muchas entidades cuentan con seguros que cubren este tipo de contratiempos. Como medida de seguridad adicional, la mayor parte de los bancos ya ofrecen servicios de alerta vía app o sms mediante los que se pueden conocer los movimientos en tiempo real.
Cuando se pierde un billete, el dinero desaparece automáticamente de la cartera, pero si una tarjeta se extravía sólo hay que sustituirla por otra nueva.
Tecnologías nuevas como el contactless también permiten tener controlada la tarjeta en todo momento. Atrás quedaron los tiempos en los que el usuario la perdía de vista cuando el camarero de un restaurante se la llevaba para procesar el pago y traer después el ticket para firmarlo.
Todo ello sin olvidar lo más obvio: cuando se pierde un billete el dinero desaparece automáticamente de la cartera, pero si una tarjeta se extravía sólo hay que sustituirla por otra nueva.
Los mitos tienen a veces su parte real, pero en muchas ocasiones son producto del desconocimiento y del miedo a las novedades. Sin embargo, en el caso de los pagos electrónicos, el fraude se encuentra en mínimos históricos y las compañías del sector invierten multitud de recursos humanos y financieros en fortalecer los sistemas de seguridad y verificación.