La inteligencia emocional puede ayudarnos a estar mejor en el trabajo y, por tanto, a mejorar también resultados. Entrenando la mente mediante algunas prácticas sencillas, se puede combatir el estrés y mejorar el entorno laboral.
INTELIGENCIA EMOCIONAL
La inteligencia emocional se define como “la capacidad de controlar y regular los sentimientos de uno mismo y de los demás y utilizarlos como guía del pensamiento y de comportamiento” (Salovey y Mayer, 1990).
Según Rafael Cobo Calleja, cofundador de Mindful Leading, las empresas se mueven cada vez en escenarios más inciertos, lo que supone una enorme presión tanto para trabajadores como empresarios. Esta incertidumbre empresarial da lugar a situaciones que perjudican la productividad y el rendimiento laboral y productivo.
Otra característica de esta situación, señala, es que los objetivos importantes se diluyen entre la amalgama y las prisas del día a día, como por ejemplo en la invasión de correos electrónicos. A ello hay que sumar el hecho de que las nuevas tecnologías no son fáciles para todos, implican una continua renovación y, en definitiva, pueden suponer una fuente de estrés si no se abordan y tratan convenientemente.
Por eso Cobo Calleja aconseja «aprender a conocerse y controlarse, tomar distancia del entorno y escuchar nuestro ruido interno». De hecho, cada vez son más las empresas que pretenden conciliar vida personal y profesional para establecer un feedback en el que un ámbito apoye al otro, precisamente con la inteligencia emocional como gran aliada.
La otra cara de la moneda según Javier Iriondo, HNP Consultant, es que hay personas muy inteligentes o superdotadas (con grandes capacidades cognitivas), pero en algunos casos con muy baja inteligencia emocional y reducidas capacidades sociales, lo que puede acarrear infinidad de problemas en las relaciones personales y laborales.
Iriondo indica que la inteligencia emocional nos ayuda a controlar mejor nuestros estados de ánimo, a salir antes de las crisis, a mejorar nuestra relación con nosotros mismos y, por tanto, con los demás. Además, gestionar bien nuestras emociones nos permitirá ver las hechos de forma más positiva y, sobre todo, tener más oportunidades y más éxito en el ámbito profesional.
ELEMENTOS DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
El gran teórico de la Inteligencia Emocional, el psicólogo estadounidense Daniel Goleman, señala que los principales componentes que integran la Inteligencia Emocional son:
Autoconocimiento emocional (o autoconciencia emocional)
Se refiere al conocimiento de nuestros propios sentimientos y emociones y cómo nos influyen. Es importante reconocer la manera en que nuestro estado anímico afecta a nuestro comportamiento, cuáles son nuestras capacidades y cuáles son nuestros puntos débiles. Mucha gente se sorprende de lo poco que se conocen a ellos mismos.
Autocontrol emocional (o autorregulación)
El autocontrol emocional nos permite reflexionar y dominar nuestros sentimientos o emociones, para no dejarnos llevar por ellos ciegamente. Consiste en saber detectar las dinámicas emocionales, saber cuáles son efímeras y cuáles son duraderas. No es raro que nos enfademos con nuestra pareja, pero si fuéramos esclavos de la emoción del momento, estaríamos continuamente actuando de forma irresponsable o impulsiva, y luego nos arrepentiríamos.
Automotivación
Enfocar las emociones hacia objetivos y metas nos permite mantener la motivación y establecer nuestra atención en las metas en vez de en los obstáculos. En este factor es imprescindible cierto grado de optimismo e iniciativa, de modo que tenemos que valorar el ser proactivos y actuar con tesón y de forma positiva ante los imprevistos.
Reconocimiento de emociones en los demás (o empatía)
Las relaciones interpersonales se fundamentan en la correcta interpretación de las señales que los demás expresan de forma inconsciente, y que a menudo emiten de forma no verbal. La detección de estas emociones ajenas y sus sentimientos que pueden expresar mediante signos no estrictamente lingüísticos (un gesto, una reacción fisiológica, un tic) nos puede ayudar a establecer vínculos más estrechos y duraderos con las personas con que nos relacionamos.
Además, el reconocer las emociones y sentimientos de los demás es el primer paso para comprender e identificarnos con las personas que los expresan. Las personas empáticas son las que, en general, tienen mayores habilidades y competencias relacionadas con la IE.
Relaciones interpersonales (o habilidades sociales)
Una buena relación con los demás es una fuente imprescindible para nuestra felicidad personal e incluso, en muchos casos, para un buen desempeño laboral. Y esto pasa por saber tratar y comunicarse con aquellas personas que nos resultan simpáticas o cercanas, pero también con personas que no nos sugieran muy buenas vibraciones; una de las claves de la Inteligencia Emocional.
Así, gracias a la Inteligencia Emocional vamos más allá de pensar en cómo nos hacen sentirnos los demás, y tenemos en cuenta, además, que cualquier interacción entre seres humanos se lleva a cabo en un contexto determinado: quizás si alguien ha hecho un comentario despectivo sobre nosotros es porque siente envidia, o porque simplemente necesita basar su influencia social en este tipo de comportamientos. En definitiva, la Inteligencia Emocional nos ayuda a pensar en las causas que han desencadenado que otros se comporten de un modo que nos hace sentirnos de un modo determinado, en vez de empezar pensando en cómo nos sentimos y a partir de ahí decidir cómo reaccionaremos ante lo que otros digan o hagan.