Hasta no hace mucho tiempo lo que más se valoraba y se medía en cuestiones de inteligencia era el “IQ” o “CI” (coeficiente de inteligencia). Pero después comenzaron a descubrirse y a valorar otra serie de cuestiones como la Teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, habilidades y competencias, o la “IE” (Inteligencia Emocional) con Daniel Goleman como gran precursor. Pero, ¿qué es la inteligencia emocional?
¿QUÉ ES LA INTELIGENCIA EMOCIONAL? LO QUE SABEMOS HASTA HOY
Después de la inteligencia emocional (IE) cada vez más se habla de la “IS” (Inteligencia Social), ya que la neurociencia ha descubierto y confirmado que nuestro cerebro está programado para conectar con los demás. Parece ser que cada vez que interactuamos con otras personas, distintas regiones de nuestro cerebro se activan al unísono, se segregan ciertas hormonas y se generan conexiones.
Eso mismo ocurre entre la persona que cuenta una historia y la persona que la escucha: en ambos se activan las mismas partes del cerebro y se conectan. Por eso son tan poderosas las historias.
Creo todos hemos conocido a personas muy inteligentes o superdotadas, pero en algunos casos con muy baja inteligencia emocional y reducidas capacidades sociales. Todo ello – la falta de inteligencia emocional– acarrea infinidad de problemas en las relaciones personales y laborales.
La inteligencia emocional es la capacidad que tenemos para gestionar, comprender o manejar nuestras emociones y, a su vez, esa inteligencia emocional (o “conciencia emocional”) no solo ayuda a mejorar nuestra calidad de vida, sino a desarrollar y a tener mejores relaciones con los demás, más respetuosas y comprensivas. Además, nuestra calidad de vida es directamente proporcional a la calidad de nuestras emociones, por ese motivo la inteligencia emocional es tan importante.
CLAVES PARA ADQUIRIR O TRABAJAR NUESTRA INTELIGENCIA EMOCIONAL
A continuación, te dejo algunas de ellas:
1- Autoconciencia: Darnos cuenta o saber reconocer nuestras emociones y no dejarnos llevar por ellas.
2- Consciencia: aprender a ser más conscientes de lo que está sucediendo en nuestro interior.
3- Autoanálisis: aprender a evaluar nuestras emociones y ser capaces de identificarlas; observar dónde está nuestro enfoque o hacia dónde estamos dirigiendo nuestra atención. De ese modo, podremos comprender de donde surgen esas emociones.
4- Autocontrol: la capacidad para no reaccionar. Aprender a darse un tiempo para respirar, reflexionar y tomar distancia de una situación. Así lograremos tener una mejor perspectiva y una mejor comprensión.
5- Empatía: en ocasiones estamos tan enfrascados en nuestros propios problemas, o nuestro ego se empeña en tener razón, que nos quedamos encerrados en un túnel con una sola visión. Dicho de otro modo: perdemos la capacidad de comprender el punto de vista de los demás o el porqué de una situación. Sin duda, la empatía es necesaria para reconocer los sentimientos de los demás y aumentar nuestro nivel de comprensión.
6- Automotivación: aprender a dirigir nuestra atención hacia lo que sí deseamos, hacia metas y objetivos a los que aspiramos. Si no tenemos objetivos positivos hacia los que dirigir nuestra atención, nuestra mente se centra en los problemas, en los obstáculos y en todo lo que no funciona.
Nuestra inteligencia emocional es la que tiene la capacidad de darse cuenta cuando entramos en espirales negativas, cuando nos centramos en los problemas y perdemos de vista nuestros objetivos. Con ella podemos gestionar nuestra atención y recuperar el enfoque, redirigirlo hacia esos objetivos y recuperar nuestro estado de ánimo.
En definitiva, ¿qué es la inteligencia emocional? Aquella que nos ayuda a controlar mejor nuestros estados de ánimo, a salir más rápidamente de espirales destructivas, a mejorar nuestra relación con nosotros mismos y, por tanto, con los demás. Bien trabajada, nos permitirá ver las cosas de forma más positiva. Y, sobre todo, no olvides que las personas con una mayor capacidad de gestionar sus emociones tienen más oportunidades y más éxito en el ámbito profesional.
Y recuerda: “Educar la mente sin educar el corazón no es en absoluto educación.” (Aristóteles).