Cuando pensamos en la seguridad de los cajeros automáticos, en un primer momento nos viene a la mente medidas de protección frente a ataques o intentos de robos físicos.
Sin embargo, conscientes de las grandes cantidades de dinero a las que se puede tener acceso a través de estos dispositivos, no es de extrañar que los cibercriminales busquen la forma de hackear los cajeros. Check Point® Software Technologies Ltd. (NASDAQ: CHKP) señala 4 tipos de ciberataques que se emplean para poner en riesgo la seguridad de los cajeros automáticos y poder obtener así grandes beneficios económicos.
- Ataques Man-in-the-Middle: como la inmensa mayoría de los dispositivos electrónicos, los cajeros automáticos están conectados a Internet. Como consecuencia, los cibercriminales pueden realizar ataques man-in-the-middle, un método por medio del cuál interviene el tráfico de datos entre el cajero automático y su servidor. De esta forma, el cibercriminal puede tomar el control de las operaciones que lleve a cabo un cajero automático, así como recabar una gran cantidad de información de usuarios como nombres completos o credenciales bancarias.
- Spoofing: este tipo de ciberataque pone el foco en el centro de procesamiento de los cajeros automáticos, un elemento que se encarga de procesar y validar todas las operaciones que se llevan a cabo, entre los que se encuentra la retirada de dinero en efectivo. Para ello, el cibercriminal debe conseguir desconectar al cajero de la red del banco y poder tomar así el control de las actividades que realiza. De esta forma, un cibercriminal podría acceder a grandes cantidades de dinero con tan sólo introducir cualquier tarjeta o código PIN, puesto que la transacción parecería legítima (se suplanta la identidad de los usuarios de banco).
- Malware: otro de los ciberataques que ponen en riesgo la seguridad de los cajeros automáticos es el malware. Existen 2 formas distintas de infectar de software malicioso en estos dispositivos: físicamente (insertando un USB infectado en el bastidor del cajero) o bien de forma remota (atacando la red del banco y descargando malware en el dispositivo). En muchos casos, los sistemas operativos instalados en los cajeros no cuentan con protección contra este tipo de amenazas, por lo que son muy vulnerables frente a estos ataques. Una vez el programa malicioso se ha instalado en el equipo, el cibercriminal puede enviar comandos al cajero para que expenda dinero hasta que se agote la capacidad del cajero.
- Jackpotting de la caja negra: para llevar a cabo este ciberataque, es imprescindible tener acceso físico al interior del cajero, por lo que en muchos casos los cibercriminales se hacen pasar por técnicos de mantenimiento. Tras esto, conecta lo que se conoce como caja negra a un puerto USB del equipo, lo que permite hacerse con el control total del cajero y, por tanto, de todo el dinero que este almacena. Para ello, el cibercriminal reconfigura el software para que en la pantalla aparezca un mensaje del tipo “fuera de servicio”, aunque en realidad se puede sacar dinero. La caja negra se puede controlar a través de un smartphone, por lo que se puede enviar una orden al cajero para que expulse de forma inmediata todo el efectivo. Tras esto, el cibercriminal desinstala la caja negra para no dejar pruebas.
El sistema operativo, clave para la seguridad frente a los ciberataques
Los expertos de Check Point señalan que uno de los principales puntos débiles de los cajeros automáticos reside en el sistema operativo que utilizan, ya que, generalmente, suelen utilizar versiones antiguas u obsoletas, por lo que se encuentran totalmente desprotegidos frente a los vectores de ataque más actualizados.
“A pesar de lo que pueda parecer, hackear un cajero automático es relativamente sencillo, ya que no suelen contar con herramientas de protección frente a ciberataques”, señala Eusebio Nieva, director técnico de Check Point para España y Portugal. “Sin embargo, es importante destacar que, para tener éxito, es necesario contar con algo de “colaboración” en forma de error en la configuración de los sistemas, falta de actualizaciones o incluso fallos en la seguridad física que permitan al cibercriminal acceder al propio dispositivo. Todo esto, unido a las grandes cantidades de dinero a las que pueden acceder, hace que hackear un cajero automático se convierta en un objetivo muy codiciado”, concluye Nieva.
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