Cuando hace algo mas de un año, Donald Trump lanzó la primera andanada de aranceles contra la importación de productos chinos en Estados Unidos, pilló a la Administración china con el pie cambiado. El Presidente chino Xi Jinping acababa de lanzar un nuevo plan para China, basado en un modelo de crecimiento controlado, calidad y sostenibilidad, que apuntaba a cambiar el paradigma de lo que hasta ahora, teníamos como típico modelo chino de economía.
La famosa burbuja china, que Occidente estaba esperando que explotase en estos últimos años, no se trataba de una burbuja inmobiliaria, como en nuestros países occidentales. Se trata de otro tipo de activos: los industriales. China ha llegado a unos extremos de endeudamiento, que superan el 275% del PIB, para soportar el endeudamiento de sus empresa industriales y bancos, acostumbrados a practicas empresariales poco recomendables, como recurrir al financiamiento de activos industriales con el circulante de sus empresas.
La Administración de Xi Jinping decidio hace un par de años dar por terminado este modelo e implementar una serie de medidas muy agresivas para reducir la deuda e incrementar el “compliance” de sus empresas en todos los aspectos. Las empresas chinas, hasta ahora, disfrutaban de un esquema de escaso control en todos los aspectos relativos a cuotas Seguridad Social, recaudación de IVA y pago de Impuesto de Sociedades. Esto significaba de hecho, un marco de competencia distinto para las empresas chinas y las extranjeras, que seguían a rajatabla la legislación. El fin de esta era de tolerancia, ha traido un autentico terremoto a la empresa tradicional china. Se calcula en cientos de miles, las empresas que deberán cerrar (solo en el sector químico en Shanghai se contabilizan unas 80.000).
Cuando China apenas acababa de asumir estos cambios, que llevarían a un crecimiento mas bajo del tradicional 7-7,5%, y mas cerca del 6%, apareció Donald Trump, un elemento con el que no contaban en sus planes. La escalada mutua de nuevos aranceles, que ambas partes implantaron a lo largo de 2018, esta recogida con detalle en todos los periódicos. Los efectos en ambos países no fueron importantes a escala comercial. En China, el impacto fue sobre todo psicológico, traduciéndose en una notable incertidumbre a nivel empresarial y del consumidor, que ha llevado a un ultimo trimestre de 2018 desfavorable en casi todos los indicadores.
La Administración china comprobó que los desafíos que había previsto enfrentar en los siguientes años, se adelantaban a 2018. La reacción ha sido adelantar los cambios previstos y potenciar los objetivos de “compliance”, incluyendo el medioambiente, y de los avances tecnológicos previstos. La carrera por la tecnología es el gran tema entre USA y China.
Detrás de las grandes amenazas arancelarias poco efectivas, se ha venido descubriendo el verdadero motivo del desafio de Donald Trump a China, que no es otro que la Guerra Tecnologica entre ambos países. Ambos quieren alcanzar el liderazgo mundial, tanto en el PIB, como en la tecnología, y 2030 es la fecha fijada por China para este “sorpasso”. Cuando en Diciembre pasado, ambos paises decidieron aparcar ulteriores subidas de aranceles y abrir conversaciones bilaterales, apenas se ha podido vislumbrar el verdadero alcance de las mismas, en las que el equilibrio de la balanza comercial, no parecía el tema mas importante. Las presiones de la Administración americana, se centraron sobre la actuación de los grandes Grupos empresariales chinos, que financiados por su Gobierno, amenazaban a las empresas tecnológicas americanas, entrando en su capital y llevándose a China, tecnología sensible. Las grandes ventajas que estos grupos disfrutan, en comparación con los inversores de otros países en China, las restricciones que ciertos sectores sensibles para el Gobierno chino, oponen a la entrada de inversores extranjeros, y en general, la obsoleta legislación china sobre las inversiones extranjeras, fue el gran tema de estas reuniones que se celebraron en el primer trimestre de este año 2019.
La semana pasada hemos visto, el resultado de estas presiones, en la aprobación de una nueva ley de Inversiones Extranjeras por parte del Gobierno de Pekin. El texto aun es muy ambiguo, y todas las partes implicadas se están reservado la opinión, hasta no conocer mas detalles. Desde mi punto de vista, la Ley va ser muy positiva, y va a redefinir los sectores empresariales donde poder invertir volviendo del revés el concepto tradicional: todo lo que no esta específicamente permitido esta prohibido, por el nuevo: todo esta permitido, a no ser que se defina específicamente como prohibido. Se espera que el reparto del peso económico de estas dos partes sea 70% para lo permitido y 30% para lo prohibido.
Asi, y en este contexto de incertidumbre, los analistas esperan que en 2019 bajen los múltiplos de valoración de las empresas cotizadas, y aparezcan buenas oportunidades de inversión en las empresas cotizadas y en las que vayan a entrar en Bolsa tras el cambio de paradigma industrial. Los nuevos entrantes, serán supervivientes del “compliance” diseñado por la Administración china, que hara desaparecer al 70% de las empresas actuales, por falta de I+D, ausencia de financiación fácil como hasta ahora y subida de costes por el “compliance” ya sea fiscal o medioambiental.
Vuelve pues, tras unos años inciertos, la oportunidad de inversión en China, a través de Joint Venture. Eso si, cambia la empresa objetivo local, que en opinión de INTERCHINA, gran conocedor de este mercado de M&A, deberá ser una empresa cotizada con I+D y financiación. Hay nada menos que 3.000 empresas chinas que están sobrevaloradas y cuyo objetivo es mantener el valor aliándose con empresas internacionales que entren en su capital y les aporten su visión empresarial.