Hay dos palabras que caracterizan toda “revolución” tecnológica: transversalidad y leapfrogging. Perdón por la expresión inglesa de un concepto que tiene difícil traducción funcional, aunque la literal sea obvia.
Las revoluciones tecnológicas ponen a disposición de “todos” una nueva forma de producir bienes y servicios, de conducir procesos y organizaciones y permiten reinventar la mayoría de actividades productivas. Por eso son transversales. Esto es especialmente así cuando se trata de las tecnologías basadas en la digitalización.
Por otra parte, la disponibilidad de nuevas tecnologías, y los equipos productivos e infraestructuras dedicadas que las instrumentan en primera oleada, evita que las nuevas empresas o las empresas infradotadas de equipamientos e infraestructuras convencionales deban pasar por su adquisición (o sufrir largos periodos de amortización de estas) pudiendo beneficiarse de los nuevos y más productivos equipos e infraestructuras de última generación.
Este es el salto de la rana, el leapfrogging, es decir, la capacidad de saltar literalmente sobre tecnologías y equipos convencionales para adquirir directamente los de última generación. Es el caso, por ejemplo, de la telefonía móvil que ha permitido a muchos países emergentes evitar el costoso despliegue de telefonía fija que muchos otros países avanzados tardarán todavía años en amortizar plenamente.
Las pymes, las que quieren crecer, claro, y las que nacen, tienen la posibilidad de acceder inmediatamente a las tecnologías más avanzadas sin necesidad de deshacerse de las convencionales incurriendo en elevados costes de ajuste, por su escasa dotación de estas últimas, lo que no ocurre con las empresas más grandes que están trufadas de tecnologías, equipamientos e infraestructuras convencionales.
La digitalización permite esto hoy, más que nunca antes, y no dejará de hacerlo.
Pero la digitalización no son las TICs, aunque muchos todavía llamen esto último a la digitalización que lo permea todo. La digitalización no es disponer de ordenadores o acceso a internet. No cabe exhibir como un triunfo nacional que (digamos) el 90% de las empresas lo tienen, ni siquiera escandalizarse de que el resto no lo tenga.
La digitalización es utilizar el hard y el soft para hacer cualquier cosa de manera distinta y más productiva, para hacer nuevas cosas y para implicar a más gente y más organizaciones en estas interacciones. En la digitalización cuentan, sobre todo, los protocolos avanzados de uso de las miríadas de dispositivos y aplicaciones, integrando ambos elementos en los hábitos de los individuos y las organizaciones, sus relaciones y su materialidad cotidiana.
La digitalización es poder tratar en tiempo real la información masiva (datos) que el despliegue anterior permite obtener para instrumentar al instante todo tipo de actuaciones de suministro, producción, distribución, consumo y relaciones no económicas y/o no funcionales de individuos, empresas y otras organizaciones civiles o gubernamentales.
Las pymes tienen mucho que ganar de estos procesos si los entienden de esta manera y aprovechan la extraordinaria modularidad de las tecnologías que los sustentan para adaptarlas a su escala, ámbito de actuación y planes de desarrollo.
Yo diría que las pymes tienen mucho más que ganar que las empresas más grandes y, a menudo, menos reactivas a pesar de sus mayores recursos.