La crisis sanitaria provocada por la COVID-19 y sus efectos sobre la actividad se reflejan en un evidente deterioro del mercado laboral, con un notable descenso del número de ocupados, en un período que tradicionalmente es muy positivo para el empleo en nuestro país.
Aun así, el efecto de la pandemia se ha visto moderado por la existencia de instrumentos de flexibilidad, destacando principalmente los ERTE.
Para favorecer la progresiva adecuación del empleo con la recuperación de la economía, es fundamental prolongar, el tiempo que sea necesario, las medidas de flexibilidad ya existentes, así como favorecer un entorno económico propicio para la atracción de inversión, que impulse la actividad empresarial, especialmente entre las pymes, las más afectadas por esta crisis y favorezca la recuperación del crecimiento y la creación de empleo. Unas medidas que deberán contar con el consenso necesario, a través del diálogo social que se presenta como la mejor herramienta para afrontar una crisis de tal envergadura.
La Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre conocida hoy muestra un descenso histórico del número de ocupados, con una caída de 1.074.000 personas.
Sin embargo, este deterioro de la ocupación no se ha trasladado en la misma medida al aumento del número de parados, que ha sido de 55.000 personas, debido a un notable incremento del número de inactivos, que alcanza la cifra de 1.062.800 personas. La situación atípica provocada por la COVID-19 ha derivado en que muchos trabajadores que han perdido su empleo hayan pasado a ser considerados inactivos, ante la imposibilidad de cumplir con los requisitos para ser calificado como parado, lo que hubiera elevado la tasa de paro a registros próximos al 19%. En el segundo trimestre cae el número de ocupados que efectivamente han trabajado hasta los 13,9 millones de personas, lo que supone el 35,14% de la población de 16 y más años.
De esta forma, la tasa de actividad ha descendido en 2,64 puntos porcentuales con respecto al trimestre anterior, hasta situarse en el 55,54%, la más baja desde 2003.
El deterioro de la actividad económica también se refleja en el acusado descenso de las horas trabajadas, que disminuyeron un -22,59% en el segundo trimestre.
El total de ocupados se sitúa en 18.607.200 personas, cifra que incluye a las personas afectadas por ERTE. De hecho, el número de ocupados que no ha trabajado en la semana de referencia debido a paro parcial por razones técnicas o económicas o expediente de regulación de empleo creció en 2.832.800 personas en el segundo trimestre. Así, el número de ocupados que efectivamente ha trabajado en el segundo trimestre cae hasta los 13,9 millones de personas, lo que supone el 35,14% de la población de 16 y más años.
La caída del empleo en el segundo trimestre se centra especialmente en el sector privado, que pierde 1.052.000 puestos de trabajo, es decir, un descenso del -6,4% intertrimestral, frente a la caída del -0,7% en el sector público.
Por sectores de actividad, la ocupación cae en todos ellos, aunque de manera más intensa en la construcción y en los servicios. Dos terceras partes de la contracción del empleo se ha producido entre asalariados temporales y en el sector de los servicios.
Entre los trabajadores por cuenta propia, destaca el acusado descenso del número de empleadores, en un -6,23% intertrimestral, que contrasta con el incremento de un 1,71% en los empresarios sin asalariados o trabajadores independientes.