La mayoría de oportunidades se pierden entre la curiosidad y la acción. El usuario ve un contenido, envía un DM, pregunta “¿esto es para mí?” y ahí se congela el embudo. El marketing conversacional rellena ese hueco: responde en segundos, aclara el valor en el propio chat y ofrece un agendado inmediato en la franja que le conviene al prospecto. No es un bot parlanchín ni un SDR insistente; es un flujo diseñado para que el cliente sienta que avanza con cero fricciones.
Por qué funciona (más allá del hype)
Un DM ocurre en el canal donde el usuario ya confía —WhatsApp, Instagram, LinkedIn o el webchat— y en el momento de máxima intención. Sacarlo del chat para que “rellene un formulario” mata el impulso. Si en cambio resuelves la primera duda y propones una demo corta con fecha y hora, el cerebro percibe progreso. Ese progreso se refuerza con microseñales: confirmación instantánea, invitación de calendario, recordatorio automático y un pequeño “qué verás en la demo” que reduce ansiedad. La psicología del compromiso hace el resto.
La arquitectura mínima del flujo
Piensa en tres capas, todas invisibles para el usuario. La primera es la entrada: cómo llega el mensaje (botón click-to-chat en anuncios, sticker de “más info” en stories, botón “Chatea ahora” en la web). La segunda es el asistente: puede ser IA o un humano con atajos bien escritos; su misión es entender intención, recoger lo mínimo (rol, necesidad y urgencia) y proponer el siguiente paso. La tercera es el agendado: un enlace a tu calendario que respeta zona horaria, evita el ping-pong y, si procede, pide un dato extra (p. ej., URL de la web o tamaño del equipo) para llegar a la demo con contexto.
Cómo se diseña una conversación que termina en demo
La apertura debe sonar a humano: saluda, reconoce la pregunta y ofrece opciones claras sin menú infinito. Una buena regla es resolver primero, pedir después. Si el usuario pregunta por precio, no escondas el rango; sitúalo y enlázalo con el valor de la demo: “en tu caso, suele estar entre X e Y; en 15 minutos te enseño dónde se gana/ahorra”. Cuando notes intención alta, formula una pregunta de confirmación (“¿te encaja verlo esta semana?”) y pasa al agendado. No entregues el enlace sin contexto: explica qué verá, quién estará y cuánto dura. Ese microcopy define la percepción de profesionalidad.
Ejemplo de apertura natural:
“¡Gracias por escribir! Por lo que cuentas, te interesan campañas que generen demo sin formularios. Puedo darte 2 opciones: resolverte aquí cómo lo hacemos o agendamos 15 min para verlo con pantalla compartida. ¿Qué prefieres?”
Ejemplo de transición a agenda:
“Perfecto. En la demo verás 3 cosas: cómo calificamos leads en el chat, cómo se pasa a humano y cómo se registra en el CRM. Dura 15 minutos. Elige hora aquí y te llega invitación al instante: [enlace].”
Cualificación sin interrogatorio
La tentación es pedirlo todo; el arte es pedir solo lo imprescindible. En B2B suele bastar con sector, tamaño de equipo y objetivo principal. Hazlo conversacional, no como formulario: una pregunta por mensaje, respuestas guiadas y, si el usuario se alarga, resúmelo tú para confirmar. Ese resumen crea alineación y ahorra tiempo en la demo.
Cualificación suave:
“Para afinar la demo: ¿en qué sector estáis y qué os urge más ahora mismo (más leads, subir conversión o bajar tiempos de atención)? Con eso te muestro solo lo relevante.”
Si el caso no encaja, sé honesto y útil. Redirigir a un recurso gratuito o a un partner te posiciona como asesor, no como vendedor desesperado. La confianza acumulada en ese gesto vuelve en forma de referidos.
Handover impecable entre asistente y persona
Cuando la conversación la inicia un asistente (humano o IA), el paso a un especialista debe sentirse continuo. Envía un mensaje puente que avise de la derivación y aporte contexto. El especialista, al entrar, debe saludar usando el resumen de lo ya dicho para evitar repetir preguntas. Nada mata más la intención que “¿cómo te llamas?” después de haberlo escrito.
Handover elegante:
“Te paso con Ana, especializada en eCommerce. Ya le he dejado este resumen: tienda de moda, 6 personas en atención, objetivo subir demos a 12/semana. Te escribe en un momento.”
Personalización por canal y etapa
En Instagram y TikTok, las conversaciones suelen empezar con impulso. Responde rápido, propón un mini vídeo o captura de pantalla para resolver la objeción principal y luego ofrece la demo. En LinkedIn, la etiqueta lo es todo: menciona el contenido que detonó el mensaje y evita plantillas obvias. En WhatsApp, cuida la densidad de mensajes; mejor tres mensajes cortos que uno enorme y sin aire. Si el prospecto viene de un anuncio click-to-chat, mantén la promesa del anuncio en la primera línea: esa coherencia sube la tasa de agendado.
- La invitación de calendario como “momento wow”. Cuando alguien elige hora, envía al instante la invitación con link de vídeo, agenda de 3 puntos y adjunta un one-pager o caso breve. Incluye un recordatorio automático el día anterior y otro 15 minutos antes. Si la demo requiere información previa, pregunta con una sola línea en el propio calendario (“Comparte la URL de tu tienda aquí”). Cuanto menos salto entre herramientas, mayor show-rate.
- Seguimiento que respeta y convierte. Si el usuario no eligió hora, no lo persigas con una ráfaga de mensajes. Espera 24–48 horas y envía un follow-up útil: un clip de 30 segundos, una captura con el dato que preguntó o una mini-plantilla. Vuelve a proponer la demo de forma natural (“si quieres, lo vemos en 15 minutos, cuando te venga bien”). Tras la demo, el mismo canal sirve para cerrar próximos pasos: propuesta, acceso de prueba o fecha de revisión. El chat mantiene el hilo emocional que empezó el DM.
- Medir lo que importa de verdad. Las métricas de este canal no son solo “respuestas”. El tiempo a primera respuesta (ideal por debajo de dos minutos en horario), la tasa de agendado desde conversación, el show-rate de esas demos, el ciclo hasta oportunidad en CRM y el ingreso por conversación pintan el cuadro completo. Añade una pregunta corta de satisfacción tras la demo (“¿Te ha resultado útil?” sí/no + comentario) y etiqueta objeciones frecuentes. Esas etiquetas alimentan copy, producto y futuras conversaciones.
- Privacidad y confianza sin burocracia. El chat no es carta blanca para perseguir al usuario. Informa, aunque sea en una línea, de que usarás sus datos solo para coordinar la cita y enviar recursos, y facilita una salida clara (“si no quieres más mensajes, pon BAJA”). En WhatsApp Business, usa plantillas aprobadas para mensajes iniciados por la empresa; en Instagram y LinkedIn, no automatices envíos masivos ni ocultes que hay un asistente. La transparencia no solo cumple RGPD: mejora resultados.
- Un plan de 30 días contado. La primera semana define la promesa de la demo en una frase y escribe la secuencia base de conversación: apertura, resolución de la primera duda, cualificación suave, transición a agenda y follow-up. La segunda semana integra el calendario en todos los puntos de entrada y prueba los mensajes con diez conversaciones reales; mide dónde se caen. La tercera semana ajusta microcopy, añade un one-pager y configura recordatorios. La cuarta semana conecta el chat con el CRM, etiqueta intenciones y publica un mini informe con tasa de agendado, show-rate y motivos de “no”. Cuando cierres el mes, tendrás un circuito de DM → demo previsible y un lenguaje que el equipo puede repetir sin improvisar.
Pasar de DM a demo es un diseño de conversación, no un truco. Si resuelves la primera duda, reduces fricción en el agendado y respetas el tiempo del prospecto, el chat se convierte en tu carril rápido hacia reuniones que sí ocurren —y que llegan calientes.
Te puede interesar
- Cómo usar el marketing conversacional para construir relaciones con tus clientes
- Inteligencia Artificial y Marketing Conversacional: la combinación para potenciar el comercio online
- Marketing conversacional: cómo implementar la Inteligencia Artificial en el comercio online