Es su concepción actual como una oportunidad la que hoy fundamenta las solicitudes de adaptación de la empresa

Cumplimiento normativo. De gasto a oportunidad

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Actualizado 09 | 10 | 2019 07:00

Compliance

Han pasado ya varios años desde que comenzamos a oír hablar del Cumplimiento normativo o “Compliance”, y en este periodo se ha producido la evolución que esperábamos, tanto en la propia forma de entender esa cultura del cumplimiento, como en la manera en que los empresarios la valoran.

La percepción inicial de esta nueva forma de hacer empresa se mantenía más en el entorno de lo prescindible, o no obligatorio, quedando relegado a grandes corporaciones y grupos empresariales. Fue su concepción inicial como gasto sin retorno lo que lastró su arranque e impidió a los empresarios valorar sus grandes ventajas.

Allá por el año 2010, quienes trabajamos en este entorno corporativo en contacto directo con clientes, comenzamos a observar un esencial cambio en aquella percepción que ha venido evolucionando hasta hoy. Es su concepción actual como una oportunidad la que hoy fundamenta las solicitudes de adaptación de la empresa.

Los motivos de este giro en la percepción por el empresario han sido varios, pero principalmente se ha basado en la acreditación de que un correcto Programa de Cumplimiento normativo protege al empresario, profesionaliza la gestión, diferencia a la empresa y proyecta una imagen de orden y control. Estos son los pilares que sustentan la decisión de un empresario de someter a su organización a un examen del grado de cumplimiento en su estructura, y los que le animan a incorporar esas ventajas que le aporten seguridad, control, orden en la gestión e imagen frente a proveedores y clientes.

Los últimos acontecimientos vividos recientemente en los que se derivan serias responsabilidades penales y económicas para los responsables de una empresa del sector alimentario por los graves daños personales y en la salud de consumidores, ponen de manifiesto que el criterio de contener y monitorizar los riesgos en nuestra organizaciones vital, y que dichos riesgos son muy reales y pueden alcanzar a cualquier organización con independencia de su tamaño.

Si había alguna oportunidad de evitar esos tremendos daños a los consumidores, era con un programa de Cumplimiento normativo implantado en la empresa, con la designación de un responsable de su desarrollo y la implicación de todos los empleados. Con frecuencia escuchamos que el empresario considera que “por su tamaño” no es necesario contar con un programa de Compliance, pues mantiene el control de la empresa en directo.  Suele ser uno de los primeros errores que se cometen en este campo, considerar que todo está bajo control.

Una mala praxis en el procesado de los alimentos, una contaminación imprevista e incluso fortuita, o la simple mala fe o imprudencia de un trabajador o proveedor, puede llevarnos a ser los tristes protagonistas de la noticia, sin perder de vista los graves daños que nuestro producto puede llegar a ocasionar en nuestros clientes.

Otros muchos ejemplos cercanos podemos citar, como el ocurrido por situaciones de acoso en el entorno laboral careciendo de los obligados protocolos de prevención, o estafas cometidas por empleados bajo el nombre de la empresa, etc. Todos ellos son ejemplos reales que ponen de manifiesto la imperiosa necesidad de contar con un control de riesgos en nuestra empresa.

No podemos olvidarnos tampoco de las consecuencias que, para la imagen de nuestra empresa y, como consecuencia de ello, para nuestra cartera de clientes, siempre ocasionan este tipo de incidentes. Nos referimos al denominado daño reputacional, un verdadero desastre para la imagen que durante tantos años y esfuerzos hemos venido labrando para nuestras empresas. Debemos ser conscientes que todo ese esfuerzo empresarial de años se vendría abajo en cuestión de minutos si no lo impedimos o, al menos, lo prevenimos con un programa de Cumplimiento normativo.

Además, y como decíamos al principio en cuanto a la nueva percepción del Compliance, cada vez más empresarios son conscientes de que contar con una implantación formal y certificada de Cumplimiento normativo supone una diferenciación frente a la competencia, añadiendo un grado de profesionalización cada vez más exigido por nuestros clientes. Cada vez resulta más frecuente ver cómo grandes empresas requieren de sus proveedores la certificación en cumplimiento normativo, siendo de nuevo un criterio diferenciador de nuestras empresas como proveedores. Grupos empresariales o empresas públicas con una extraordinaria capacidad de compra, exigen y valoran ya en sus pliegos de condiciones la certificación de la implantación de un programa de Cumplimiento normativo.

Debemos por tanto recordar la existencia de esta herramienta, la disponibilidad para todos los empresarios y recomendar encarecidamente que implantemos estos programas de prevención en nuestras estructuras empresariales. Y tan importante será la implantación como el seguimiento y actualización de ese programa, así como la información a todos los empleados, lo que, sin duda, les aportará la seguridad de trabajar en un entorno controlado donde prima la cultura del cumplimiento normativo.

 

 

 

 

 


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