El futuro pertenece a las organizaciones que entienden que cada ataque no es el final, sino una oportunidad para fortalecerse.

Ciberresiliencia: cómo prepararse para el “día después” de un ataque

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Actualizado 17 | 10 | 2025 09:38

Ciberresiliencia pymes

En la economía digital actual, ya no es cuestión de si una empresa sufrirá un ciberataque, sino de cuándo ocurrirá y cómo responderá. Las brechas de seguridad, el ransomware, el robo de datos y las interrupciones tecnológicas afectan por igual a multinacionales y pymes, aunque estas últimas suelen ser las más vulnerables.

El reto no consiste únicamente en protegerse, sino en saber recuperarse con rapidez y minimizar el impacto. A esa capacidad se la conoce como ciberresiliencia, un concepto que va más allá de la ciberseguridad tradicional: no solo busca evitar ataques, sino garantizar la continuidad del negocio tras sufrir uno.

Según el Informe Global de Ciberseguridad 2025 de IBM, el coste medio de una brecha de datos supera los 4,7 millones de dólares, y las empresas tardan de media 280 días en detectar, contener y recuperarse de un incidente. Sin embargo, las organizaciones con planes sólidos de ciberresiliencia reducen ese tiempo a la mitad y limitan el daño reputacional y operativo.

Qué es la ciberresiliencia

La ciberresiliencia combina tres pilares: prevención, respuesta y recuperación. No se limita a proteger los sistemas informáticos, sino que abarca la gestión integral de riesgos, la continuidad del negocio y la formación del personal.

Sus objetivos principales son:

  • Anticipar posibles incidentes mediante monitorización y análisis de vulnerabilidades.
  • Responder de forma rápida y coordinada ante un ataque.
  • Recuperar la normalidad operativa con el menor impacto posible.
  • Aprender del incidente para fortalecer la defensa futura.

En resumen, la ciberresiliencia es la capacidad de una empresa para seguir funcionando incluso bajo ataque, adaptándose y evolucionando ante las amenazas.

Por qué las pymes deben priorizar la ciberresiliencia 

Las pequeñas y medianas empresas son el nuevo objetivo preferido de los cibercriminales. Representan más del 70% de los ataques registrados en Europa según ENISA (Agencia Europea de Ciberseguridad), principalmente porque suelen contar con menos recursos técnicos y humanos para protegerse.

Los ciberataques a pymes suelen tener efectos devastadores: pérdida de datos críticos, paralización de operaciones, sanciones por incumplimiento del RGPD y, en muchos casos, el cierre definitivo del negocio.

De hecho, el 60% de las pymes que sufren un ataque grave no logran recuperarse en los seis meses siguientes, según Verizon Data Breach Report (2024).

Por ello, la ciberresiliencia no debe verse como un gasto en IT, sino como una inversión en supervivencia empresarial.

Estrategia de ciberresiliencia: las 4 fases clave

Desarrollar un plan eficaz no se limita a instalar antivirus o cortafuegos. Implica adoptar una mentalidad proactiva y un enfoque integral.

1. Preparación: anticipar y fortalecer

  • Identificar activos críticos (datos, sistemas, clientes).
  • Evaluar vulnerabilidades técnicas y humanas.
  • Establecer copias de seguridad seguras y actualizadas.
  • Crear un plan de respuesta ante incidentes.
  • Formar al personal en buenas prácticas y phishing.

Recuerda: el 91% de los ciberataques exitosos comienzan con un error humano. La formación es, por tanto, el primer escudo.

2. Respuesta inmediata: actuar sin improvisar

Cuando ocurre un incidente, el tiempo es el factor más crítico. Las empresas resilientes tienen protocolos claros sobre a quién avisar, cómo aislar sistemas afectados y cómo comunicar internamente.

Elementos clave de la respuesta:

  • Equipos de respuesta rápida (internos o externos).
  • Procedimientos de aislamiento de sistemas.
  • Comunicación transparente con empleados, clientes y proveedores.
  • Registro detallado del incidente para análisis posterior.

La falta de comunicación es uno de los errores más graves. Las empresas que informan con rapidez reducen el impacto reputacional en un 40% (PwC, 2025).

Recuperación: volver a la normalidad sin perder control

Tras contener el ataque, llega el momento de restaurar operaciones de forma segura. Esto incluye la verificación de copias de seguridad, la limpieza de sistemas, la recuperación gradual del servicio y la evaluación del daño financiero y reputacional.

Buenas prácticas:

  • Restaurar datos desde entornos aislados y verificados.
  • Revisar credenciales y accesos comprometidos.
  • Implementar medidas adicionales antes de reabrir sistemas.
  • Evaluar pérdidas y planificar mejoras.

4. Aprendizaje y mejora continua

Cada incidente es una oportunidad de mejora. El análisis post-incidente permite identificar brechas, actualizar políticas y reforzar la cultura de seguridad.

Preguntas clave tras un ataque:

  • ¿Qué falló y por qué?
  • ¿Qué protocolos funcionaron correctamente?
  • ¿Qué nuevas amenazas deben considerarse?

Las organizaciones que revisan y actualizan su estrategia tras cada incidente reducen en un 37% la probabilidad de sufrir un ataque similar en el futuro (Gartner, 2024).

Claves prácticas para aumentar la ciberresiliencia

  • Adopta un enfoque Zero Trust: no confíes en ningún acceso, verifícalo todo.
  • Implementa copias de seguridad 3-2-1: tres copias, en dos formatos, una fuera del entorno principal.
  • Evalúa proveedores y terceros: una cadena de suministro digital débil puede comprometer toda la seguridad.
  • Automatiza la monitorización: los sistemas SIEM (Gestión de Información y Eventos de Seguridad) e IA permiten detectar patrones sospechosos en tiempo real.
  • Simula ataques: realizar cyberdrills o simulacros mejora la preparación real.

Las empresas que realizan simulacros anuales reducen el impacto medio de un ciberataque en hasta un 58%, según IBM Security Intelligence (2025).

La ciberresiliencia es el nuevo seguro de vida empresarial. Protegerse ya no basta; hay que prepararse para resistir, responder y renacer.

Las pymes y startups que adopten una cultura de seguridad integral, donde la tecnología, las personas y los procesos trabajen en armonía, estarán mejor equipadas para afrontar el “día después”.

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