Como se sabe, el calendario laboral debe negociarse entre los trabajadores (o sus representantes) y la empresa. Pero quizá no tanto que, según la normativa laboral vigente, habiéndose escuchado y valorado adecuadamente las propuestas por la parte de los trabajadores, en caso de que no se llegase a un acuerdo, la última palabra la tendrá la empresa, tanto en base a su poder de dirección como por la potestad legal de imponer unilateralmente el calendario.
Al comenzar el año, muchas empresas inician el proceso de elaborar su calendario laboral, sujeto a las directrices de la compañía y a la negociación con los trabajadores. En el mismo son muchas las cuestiones que se plantean, desde las vacaciones, festivos, descansos, horarios, turnos, destinos o, incluso, la conciliación familiar; aunque no sea obligatorio que todos estos aspectos queden fijados anualmente.
Además, el calendario laboral debe exponerse en un lugar visible, resultando más complicado la fecha en que se tiene que disponer del mismo, pues el periodo vacacional se debe conocer con dos meses de antelación.
También conviene tener en cuenta la posibilidad de que durante el año cambien las circunstancias y haya que alterar el calendario. En esos casos, frente a las circunstancias, necesidades o intereses de los empleados, prevalecen las necesidades de la empresa y que los servicios queden debidamente cubiertos.
