Recientemente, un compañero y amigo me preguntaba por “eso nuevo del bitcoin y blockchain” de lo que tanto se habla últimamente, después de auto-etiquetarse como usuario medio de las tecnologías de la información y de la comunicación. Y lo decía mientras que, con total naturalidad, apagaba el iPad en el que acababa de remitir un correo electrónico a una tercera compañera común y posponía, por respeto, la respuesta a los mensajes de WhatsApp que repiqueteaban insistentes en su móvil.
“¿Tú sabes cómo funciona tu coche?” – respondí – “¿Me lo preguntas en serio?” – contestó muy seguro – “Meto la llave, arranco y piso el pedal del acelerador”; y añadí: “Claro. Igual que el correo que acabas de mandar. Pulsas la pantalla donde dice enviar y ya está. No es magia. Es tecnología”, si bien hay que reconocer que escapa al conocimiento de la inmensa mayoría de las personas que la utilizamos.
La firma electrónica
Desde 2002, los notarios utilizamos un sistema de cifrado en las comunicaciones. En su versión actual, la conocemos como “Firma electrónica reconocida notarial” y fue objeto de un interesante análisis en la revista Escritura Pública. Repasándolo un poco, me doy cuenta de que no hay referencia alguna al algoritmo MD5 que le da vida, ni a SHA, ni tampoco al HASH, que es lo que garantiza que el documento que recibes por vía electrónica fue cifrado con una clave en el otro extremo, el del remitente, y que nada se ha alterado en el proceso de envío.
La explicación, en realidad, no es necesaria. No nos paramos a analizar los entresijos de las cosas que usamos todos los días; nos limitamos a utilizarlas porque funcionan y lo hacen bien. Es un claro caso de selección natural en vertiente tecnológica, porque está claro que todo aquello que no funciona acaba por no utilizarse.
¿Y entonces qué es una cadena de bloques y en qué se diferencia del bitcoin?
Es normal que se confundan ambas cosas porque la primera vez que hemos oído hablar de cadena de bloques ha sido en referencia al “bitcoin”, también conocido como “criptomoneda”, “criptodivisa” o “moneda digital”, cuya creación se atribuye a Satoshi Nakamoto sin que esté claro si éste es una identidad real, virtual o hasta colectiva.
Su naturaleza como unidad monetaria o bien mueble ha sido discutida: @ignaciogoma nos contaba cómo autorizó la constitución de una SL a la que se aportaban bitcoins y @notarioalcala duda sobre su virtualidad como moneda.
El problema del bitcoin es que muchas veces su nombre va unido al blanqueo de dinero y a la circulación opaca de capitales en negocios turbios. Sin embargo, la tecnología que da vida al bitcoin es mucho más interesante que la moneda en sí. Lo importante es la plataforma, no la moneda. Hablamos de la cadena de bloques.
¿Y qué es la dichosa cadena de bloques?
Se trata de una base de datos con cuatro características que refuerzan enormemente la potencia de la clave criptográfica:
- Es una base de datos distribuida. Toda operación queda simultáneamente reflejada en cada uno de los nodos conectados. Un libro de contabilidad, por muy seguro que sea, es susceptible de alteración. Pero ¿qué ocurre si tengo tantas copias como usuarios que se actualizan simultáneamente con cada asiento? Nadie puede alterar el libro por sí solo y cualquiera que lo haga queda automáticamente en evidencia.
- Cada conjunto de operaciones se agrupa en un bloque y se cierra con un código (un HASH) que es la apertura del siguiente. De ahí su nombre de “cadena”: no se puede alterar el bloque y cada bloque es garantía de la integridad del consecutivo. Como el testigo en una carrera de relevos.
- El acceso a la verificación de cada operación permite saber que esta existió, pero no da acceso a su contenido, que sigue siendo privado. La red ofrece en realidad una prueba de trabajo.
- Carece de dueño. Del mismo modo que el software libre, como Linux. Igual que un idioma, que todos podemos usar pero no tiene propietario.
Algunos dicen que este sistema es una “tercera revolución tecnológica” solo comparable al nacimiento de Internet.
Para quien quiera profundizar en la materia, aparte de los enlaces de arriba, recomiendo especialmente los blogs de dos compañeros que, aclaran conceptos al profano de manera especialmente amena: @josecarmelollb y @javiergonzagran.
Por el momento, el Gobierno de España rechaza esta tecnología por considerarla nueva y sin implantación práctica; por tanto, es cuestión de tiempo e implantación.
Sea como sea, parece claro que la cadena de bloques ha venido para quedarse, del mismo modo que vinieron el palo, el bronce, el hierro, la rueda, el automóvil, la fabricación en cadena, la comida rápida, la televisión, internet, el teléfono móvil, el teléfono inteligente, el reloj conectado y el internet de las cosas. Y si funciona lo usaremos aunque no sepamos exactamente en qué consiste. Ni falta que hace.