La pandemia ha puesto a las empresas ante el espejo y, lo que vemos al mirarnos, en la mayoría de los casos no nos gusta. Seguramente no estábamos preparados para afrontar el desafío competitivo que la realidad nos impone.
La falta de tamaño del tejido empresarial español sigue siendo un importantísimo lastre para la competitividad, que influye en la capacidad para dar respuestas a mayor escala y de estar preparados para afrontar las crisis con una mochila más repleta y variada de recursos.
La insuficiente presencia en mercados globales, a pesar del fuerte impulso de internacionalización de la economía y de la empresa española, así como del incremento del número de empresas exportadoras, todavía es una asignatura pendiente para la mayoría que, pensando en pequeño, se pierde las grandes oportunidades.
Una gestión del talento más que mejorable. Una experiencia del empleado con enormes lagunas y que prácticamente solo las grandes empresas son capaces de cuidar. Es simple, sin empleados satisfechos, no tendremos clientes satisfechos. Bien al contrario, cualquier compañía inteligente sabe que convertir a sus empleados en embajadores de su marca resulta tener un extraordinario impacto, también en la cuenta de resultados.
Una cultura de compañía que en muchos casos hace grietas en tiempos de crisis. Lo que se defendía como fundamental se desmorona ante la adversidad, para centrarse en factores puramente higiénicos, donde lo importante, ya no son las personas, como antes nos enorgullecía decir.
Algunos aspectos maquillan el reflejo en ese espejo, como ha sido la masiva adopción de tecnologías que han facilitado el teletrabajo de las personas empleadas y la aceleración de la digitalización, sobre todo en el ámbito de la relación con el cliente, abriendo un nuevo y amplísimo terreno de juego al que muchas empresas no se habrían lanzado. Todo ello, con seguridad, nos ha hecho recorrer el camino que hubiera costado una década, en tan solo unos meses.
Un cambio de mentalidad
Todos estos desafíos competitivos no se podrán abordar en las pequeñas y medianas empresas si no es con un cambio radical de mentalidad. El contexto ha cambiado y las soluciones deben ser más creativas e innovadoras que nunca. Disruptivas. Pero la gran pregunta que debemos hacernos ahora, sigue siendo la misma: ¿jugamos para ganar o lo estamos haciendo para no perder?
Jugar a no perder significa asumir el papel de víctima, ceder el control de nuestras estrategias y acciones y reconocer que no tenemos opciones sobre las que construir alternativas que nos permitan afrontar los desafíos que se nos presentan.
Por el contrario, jugar a ganar significa hacernos dueños de nuestro futuro con responsabilidad, viendo los retos que tenemos que afrontar como oportunidades para reforzarnos y abrir nuevos canales en nuestros negocios o desarrollar nuevos productos o servicios, identificar nuestras fortalezas y traccionar sobre ellas las soluciones que necesitamos poner en marcha.
Con seguridad, los tiempos turbulentos que nos toca vivir van a exigir poner foco en aquellas pocas cosas que mejor sepamos hacer, que marquen la diferencia y generen una ventaja competitiva sobre la que construir nuestro futuro. No olvidemos que donde ponemos el foco, ponemos la energía y, donde ponemos la energía, las cosas suceden.
Pregúntate: ¿Qué reto tengo que afrontar en este momento? ¿Quién estoy llamado a ser? ¿Cómo decido afrontarlo desafiando mis perspectivas? ¿Cómo puedo responder de una manera más eficiente? ¿Cómo puedo afrontarlo con valentía asumiendo un riesgo controlado? ¿Qué estoy aprendiendo de esta situación?
Define tu próximo paso y mide
Detrás de ti, sientes el tiburón que viene persiguiéndote. Tu próximo paso te lleva a un terreno desconocido, ya que si acabas llegando a un lugar que te resulta familiar, seguramente no será el adecuado.
Toma decisiones y acciones con determinación para salir del lugar en el que estás, y ¡hazlo ya!. Estírate para ir más allá del nivel en el que hasta el momento has estado operando. Pon al cliente en el foco de todo ello, tratando de resolver sus problemas y de hacerle las cosas muy fáciles. Haz que se trate de que todos a tu alrededor formen parte, se sientan implicados y contribuyendo, creando un “eco-sistema”, por encima de ese “ego-sistema” en el que lo importante solo eres tú. Un “eco-sistema” en el que todos sus componentes se ponen al servicio del conjunto con una manifiesta actitud emprendedora. Las soluciones provienen de todos, sin caer en el error de declinar la responsabilidad en los demás, hoy personas teletrabajadoras en su mayoría, que han abrazado las nuevas formas de trabajo con enorme productividad, pero también con un sacrificio personal difícil de sostener en el tiempo. ¡Cuídalos! Y, finalmente, no pierdas el ojo en la generación de caja.
Para que tu próximo paso y el de tu compañía tenga la efectividad que deseas tiene que trascender y que de algún modo suponga una contribución significativa para tus stakeholders. ¡Mide el avance! Muchas empresas se enfocan en medir sus procesos operativos. La mayoría miden sus resultados. Pocas miden el impacto de lo que hacen en sus clientes y en el entorno. Y muchas menos las que se enfocan y miden su contribución. Esto es lo que marcará la diferencia, por que es lo que realmente tiene sentido. También ahora, pues el cliente sigue deseando aquellos intangibles que continúan aportando valor más allá de la razón por la cual los productos y servicios han sido creados.
Reinventarse
Si tu compañía, o tú mismo, no has afrontado la reinvención como algo siempre necesario y que se ha de acometer cuando el viento es favorable, lo tendrás que hacer ahora, porque la reinvención es en este momento fundamental para garantizar la competitividad que permitirá la supervivencia de tu negocio.