El mundo está evaluando los efectos del COVID-19 y las vías hacia la recuperación, entre las que destaca la economía azul como una prioridad post-pandemia. El mar tiene un papel esencial que protagonizar en términos de salud, medicina, seguridad alimentaria y energética, en la mitigación y adaptación al cambio climático y en la investigación científica; pero también, y quizás lo más relevante para el futuro tras el virus, en fortalecer la resiliencia para prevenir otros choques similares.
Es preciso centrarse en aprovechar las oportunidades compartidas a nivel regional y global para resolver el impacto de la crisis del coronavirus y trabajar para la recuperación. Algo que se hace evidente en el dominio global que nos une: el mar. Necesitamos aprovechar ese potencial, que representa el 70% de nuestro planeta, para proporcionar el impulso azul a nuestras economías, y construir un mundo más resistente y sostenible.
El océano es fundamental para la vida en la Tierra. Absorbe una cuarta parte de todas las emisiones de dióxido de carbono y captura más del 90% del calor adicional que estas generan. La economía azul está valorada en más de 2,5 billones de dólares anuales; proporciona pescado y marisco a más de 3.000 millones de personas cada día, y transporta alrededor del 90% del comercio mundial. Es una fuente de energía e ingredientes clave para combatir las enfermedades. Para muchos es sin duda su medio principal de vida, un lugar de trabajo y un hogar.
El mar para los mediterráneos es determinante y protagonista de todo lo que ocurre: medio de vida, transporte, y comunicación. Es como el gran catalizador de todo lo que sucede, ya que de una u otra forma siempre está presente.
Los habitantes del Mediterráneo dependemos extensamente del mar. Obtenemos suministros esenciales y servicios, desde la acuicultura, pasando por la pesca, hasta el turismo. Y, de hecho, la pandemia ha puesto en riesgo todo esto. La industria turística mundial tendrá que hacer frente a incertidumbre y profundos desafíos en los próximos años. El Mediterráneo prevé una disminución del 52% en las llegadas de turistas en 2020 con una caída del 25% del PIB. La seguridad alimentaria también está en riesgo porque se han interrumpido cadenas de suministro por las cuarentenas en un sector tan vulnerable como el de la pesca.
El Mediterráneo debe cooperar para poner en marcha e implementar un sistema de gobernanza marítima sostenible que beneficiará a ambas orillas y así impulsar la contribución económica de los océanos, todo ello en el contexto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
Es necesario un nuevo modelo económico que impulse el potencial del Mediterráneo. Hay importantes oportunidades para la inversión en la economía azul y el desarrollo sostenible. Se debe, por tanto, unir esfuerzos y fortalecer la colaboración de las comunidades empresariales relacionadas con el sector marítimo regional para aprovechar estas oportunidades y enfrentar estos desafíos.
La llamada economía azul abarca muchos sectores con diferentes tipos de oportunidades de inversión. No es tan fácil de definir como la economía verde, en la que se encuentran las conocidas como energías limpias. Pero el azul podría ser hoy el nuevo verde. Éste engloba la seguridad y gestión marítimas, el transporte y las actividades portuarias, la construcción naval, el reciclaje, la energía offshore, la bio-prospección, el papel de los ecosistemas, la pesca y la acuicultura, los servicios…. Además, la educación de la juventud es fundamental para darle forma: la economía azul tiene la capacidad de proporcionar empleos muy necesarios en toda la región.
La economía azul es una fuente esencial de riqueza y prosperidad para el Mediterráneo. La región debe aprovechar ese potencial y las oportunidades de crecimiento, empleo e inversiones que esta proporciona. Las estrategias nacionales deben identificar claramente las prioridades, desarrollar una visión estratégica para el desarrollo sostenible y garantizar las políticas y las acciones necesarias para promover la economía azul, además de salvaguardar el mar.
Los sectores de esta economía del mar se apoyan en los ecosistemas marinos naturales y los recursos marítimos. Existen interrelaciones evidentes: los turistas requieren de transporte marítimo y disfrutan de pescado o marisco tradicional. La energía eólica marina puede interferir con las actividades pesqueras. La construcción naval y el reciclaje dependen en gran medida de la demanda del sector del transporte. Algunas actividades innovadoras (por ejemplo, el turismo de pesca) enfatizan aún más la importancia de la integración entre diferentes sectores. La adopción de un enfoque intersectorial es crucial para analizar y desarrollar estrategias que beneficien a varios sectores económicos.
Desarrollar una economía azul saludable y sostenible es imprescindible. Invertir en acciones oceánicas clave como la descarbonización del transporte marítimo, la conservación y restauración de manglares, la producción sostenible de productos del mar o el desarrollo de energías renovables, proporciona beneficios globales. No se trata solo de beneficios financieros, sino también de mejores resultados de salud para los consumidores, una biodiversidad más rica y trabajos más seguros, entre otras prestaciones. Un mar sostenible debe verse no solo como un imperativo de conservación, sino también como una prioridad para el futuro de la economía, el ecosistema y la sociedad.