En torno al año 2004, los doctores de la clínica psiquiátrica austriaca Wagner-Jauregg acuñaron la expresión depresión de la tumbona.
Con ella se referían a la ansiedad que empezaban a tratar en algunos pacientes con dificultad para olvidarse del trabajo en sus periodos de descanso estival. Hoy, ese síndrome, también llamado estrés vacacional o bajón veraniego, es cada vez más frecuente.
¿Los síntomas? «Abarcan todos los relacionados con la ansiedad y el estrés y afectan en el aspecto cognitivo, emocional, físico y de conducta», expone Sílvia Sumell Canalda, psicóloga y profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y autora de www.silviasumell.com. «Pueden aparecer dificultades para pensar con claridad, problemas de atención, concentración y memoria, sensación de que no se habla con la misma fluidez y necesidad de comprobar las tareas una y otra vez. También aparecen cansancio, problemas para dormir, sensación de no haber descansado lo suficiente, de estar sin energía, y sintomatología relacionada con la depresión o el bajo estado de ánimo», comenta la profesora de la UOC.
Además, son frecuentes «las alteraciones del apetito, por exceso o defecto, igual que el aumento del consumo de tabaco, alcohol o dulces, dolores de cabeza, musculares y de estómago, pérdida del deseo sexual…». Por último, «sabemos que los periodos de elevado estrés prolongado en el tiempo pueden generar sentimientos de tristeza, desmotivación, pocas ganas de hacer cosas, sensación de que no se disfruta de lo que uno hace, e irritabilidad en el sentido de que nos enfadamos por cualquier cosa o a la mínima que alguien nos dice algo», concluye Sílvia Sumell sobre los síntomas.
¿Y por qué se desencadenan? «Mientras se trabaja a un ritmo trepidante, los niveles de cortisol y adrenalina (las dos hormonas relacionadas con el estrés) son elevados. La adrenalina hace que nuestro sistema inmunológico esté más fuerte y el cortisol actúa como antiinflamatorio, todo ello para que podamos aguantar largas jornadas. En cambio, cuando entramos en «modo vacaciones» estos niveles de hormonas disminuyen, con lo que nuestro sistema inmunológico se deprime y podemos enfermar con más facilidad o tener algunos problemas de salud».
Es común en personas hiperexigentes y que se consideran imprescindibles
El estrés vacacional «afecta a personas para las que el trabajo lo es todo y en su día a día (periodo no vacacional) tienen poco o nulo tiempo de ocio, así como tampoco tienen tiempo para su familia e hijos. De repente», prosigue la psicóloga, «cuando se encuentran de vacaciones, no saben hacer frente a todo ese tiempo libre, no saben cómo relajarse y disfrutar de él. De tener una agenda a tope y estar siempre pendientes del móvil y de los correos electrónicos, pasan a no tener nada de ello. Y cuando la persona se queda sin su rutina de hábitos laborales y profesionales, se desestabiliza».
En cuanto al tipo de personalidad que hay detrás de la gente que padece este problema, encontramos a «personas con un elevado nivel de autoexigencia, acostumbradas al «tengo que hacer» y a las cuales les cuesta delegar o que están habituadas a trabajar bajo presión. A veces, son personas a las que les da miedo ir de vacaciones porque temen lo que pueden encontrarse a la vuelta. Erróneamente, creen que son imprescindibles y que nadie podrá realizar su trabajo si ellos no están presentes»; una sensación que afecta, según el último informe anual InfoJobs-ESADE sobre el Estado del mercado laboral en España, al 34 % de los empleados. De hecho, el 8 % nunca se coge más de una semana seguida de vacaciones por temor a que el trabajo no salga adelante en su ausencia.
«Cuando oigo que una persona, con nombre y apellidos, es imprescindible, automáticamente pienso en que esa empresa tiene un problema de organización», dice al respecto Gina Aran, consultora de recursos humanos y profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC. «Las personas son imprescindibles para que las empresas funcionen y crezcan. Sin embargo, centrar eso en alguien concreto sería un grave error estratégico. Lo realmente imprescindible es que el capital humano tenga recursos y esté organizado de forma que la empresa pueda adaptarse eficazmente a todos los cambios que se suceden», comenta la profesora.
«Desde un punto de vista más personal existen quienes no son capaces de dejar el trabajo por hacer, pero el problema está detrás: ¿tiene ese empleado demasiado trabajo?, ¿es demasiado autoexigente?, ¿debería organizarse en equipo de forma distinta?», continúa explicando Gina Aran. «Otras personas sienten que son imprescindibles porque nadie más sacará adelante la tarea. En este caso hay que investigar la causa de esa desconfianza. Podría tratarse de falta de preparación de los demás, pero a menudo el problema es la incapacidad para delegar el trabajo o una comunicación insuficiente e ineficiente», concluye.
La accesibilidad tecnológica no ayuda a desconectar
Según el informe InfoJobs-ESADE, el 51 % de la población activa española declara que responde a correos electrónicos y atiende a llamadas de trabajo durante su periodo de vacaciones. Suelen ser «personas acostumbradas a realizar largas jornadas laborales (10-12 horas al día), que ocupan cargos muchas veces de elevada responsabilidad, o bien que asumen muchas funciones», explica Sílvia Sumell como experta en psicología del trabajo y salud laboral.
El informe InfoJobs-ESADE traduce esta información en datos: «Los trabajadores con cargo de empleado se conectan durante las vacaciones a la oficina en el 45 % de los casos; los mandos intermedios lo hacen en el 68 %, y los cargos directivos, en el 84 %». Muchos lo hacen motu proprio, pero para el 30 % de los consultados se debe a las exigencias de sus jefes, a quienes les parece lógico que los empleados estén permanentemente conectados, aunque sea contraproducente.
«Los trabajadores rinden más si pueden descansar y desconectar unos días», apunta Gina Aran, experta también en empresas saludables y cultura de empresa. «Ello repercute en su salud y bienestar, así como en su felicidad, al poder disfrutar de lugares y personas a los que quieren. El hecho de que los empleados sientan bienestar previene enfermedades psicológicas o del sistema nervioso, así como dolencias osteomusculares, daños en la vista o problemas de obesidad», añade.
Afortunadamente, «hay empresas que comprenden cómo repercute el adecuado descanso de sus trabajadores en la cuenta de resultados y por ello adoptan medidas para garantizar su desconexión, como bloquear su acceso al correo electrónico. Necesitamos empleados sanos no solo físicamente, sino también psicológica y socialmente». En este sentido, «el artículo 88 de la Ley orgánica de protección de datos de carácter personal (LOPD) reconoce el derecho a la desconexión digital en el ámbito laboral. Todos deberíamos tomar conciencia de ello, pues está directamente relacionado con el bienestar y la salud», concluye Gina Aran.
Otras fuentes de estrés: demasiados o muy pocos planes y mucho tiempo en familia
Más allá de las causas directas que influyen en la incapacidad para desconectar del trabajo en verano, hay otras causas indirectas que también contribuyen a aumentar el estrés vacacional.
La primera la recoge una encuesta de Randstad: el 15 % de los trabajadores asegura empezar con agobio su descanso por no haber organizado este periodo con tiempo. En el otro extremo se encuentran quienes «planifican unas vacaciones tan estresantes, en el sentido de rellenar cada uno de los días y todas las horas con un montón de actividades, que no les permiten parar ni un instante. Es una forma de mantener la sensación de estar ocupados. Obviamente, todo ello va a aumentar los niveles de estrés de la persona y de la gente que la rodea», dice Sílvia Sumell.
Y luego está la familia: «Hay personas que solo están acostumbradas a hacer frente a las obligaciones profesionales. Si, de repente, se encuentran con que tienen que atender a una pareja y unos hijos, se estresan. En vacaciones todo suele ser más intenso y pueden aumentar los conflictos». No es casualidad que una tercera parte de los matrimonios que se separan en España lo hagan a la vuelta de las vacaciones de verano.
Recomendaciones para disfrutar del verano
«Es necesario un «detox digital«», aconseja Gina Aran. «Desconectar es muy necesario para descansar y para seguir siendo productivos después. Recomiendo a todas las personas que estén de vacaciones que desconecten y experimenten otras cosas, que disfruten y se relajen. Para aquellas que no puedan evitar consultar su teléfono inteligente, es recomendable que se obliguen a hacerlo solo un día a la semana y en una franja horaria concreta», especifica.
Además, unos días antes de irse de vacaciones hay que «intentar bajar el ritmo de trabajo. Piensa o escribe qué cosas te gustaría hacer cuando estés en esos días de descanso y planifica unas vacaciones realistas. No intentes ocupar todo el tiempo con actividades», propone, por su parte, Sílvia Sumell quien, además, ofrece estos consejos:
- Ten presente que no tienen que ser unas vacaciones «perfectas»; es decir, prepárate para los imprevistos, porque alguno habrá, y concédete un tiempo de adaptación. No todo el mundo es capaz de desconectar el primer día a primera hora
- Evita responder a llamadas, whatsapps o correos electrónicos del trabajo. Si esto no es posible, intenta consultar el correo en un espacio del día en concreto, que no afecte a la dinámica familiar. Y no lo hagas justo antes de acostarte. Para dormir es mejor dejar el móvil en otra habitación e incluso apagarlo
- Intenta modificar el «tengo que hacer / debería…» por el «me gustaría / me apetecería…»
- Haz algo de ejercicio para dormir mejor y descargar adrenalina
- Descansa todo lo que puedas. Si es posible, evita madrugar o realiza pequeñas siestas.
- Resérvate un tiempo para ti solo. Puede ser una pequeña siesta, 30 minutos de lectura, un paseo por la mañana con tu perro…