La esperanza es algo fundamental para el ser humano, algo que incluso influye en el sistema inmunológico, como quedó demostrado y perfectamente relatado en el maravilloso libro El hombre el busca del sentido de Viktor Frankl.
Sin embargo, hay personas que confunden la esperanza con esperar a que algo bueno suceda. La esperanza genera una sentido de expectativa que nos debe impulsar a la acción, no a una espera pasiva, sino al movimiento hacia eso que deseamos lograr. La esperanza genera ilusión y confianza, pero el pensamiento jamás sustituye a la acción.
Lo que nos saca y nos lleva desde donde estamos hasta donde queremos ir no es lo que pensamos, sino lo que hacemos. Eso sí, con un pensamiento correcto que juegue a nuestro favor será mucho más fácil.
Por eso, la esperanza y las expectativas positivas deben ir a unidas a metas que nos guíen en la dirección correcta. Por otro lado, deben estar combinadas con pequeños objetivos a corto plazo que nos ayuden a convertir esas metas en realidades.
La metas ayudan a nuestro cerebro y éste nos ayuda cuando tenemos objetivos claros y bien definidos. ¿El motivo? Porque eso activa el SAR o Sistema de Activación Reticular, que podríamos decir que es como un GPS que nos ayuda a centrarnos y dirigirnos hacia nuestros objetivos.
No podemos alcanzar un objetivo que no tenemos, por lo tanto lo primero es definir eso que queremos lograr y establecer pequeñas metas que nos lleven hasta él. Son muchas las personas que planifican sus vacaciones de forma increíble… Pues eso mismo es lo que tenemos que hacer el resto del año.
“ESTABLECER METAS ES EL PRIMER PASO PARA CONVERTIR LO INVISIBLE EN VISIBLE”
Maravillosa reflexión de Anthony Robbins. Y lo es porque independientemente del área de tu vida en la que establezcas objetivos a corto plazo, lo bueno es que eso tiene un efecto dominó en otras áreas:
- Mejora tu disciplina, la sensación de control y dirección de tu vida.
- Mejora tus perspectivas de futuro y aumenta tu confianza.
- Mejora tu nivel de energía y enfoque.
- Mejora tu forma de pensar, tu actitud y tu comportamiento.
Cómo tener esperanza estableciendo metas
El primer paso de una meta es centrarnos en un objetivo que realmente queramos conseguir, que nos motive, que su consecución signifique avanzar hacia los resultados que buscamos y nos entusiasme. Y la claridad del objetivo es fundamental:
- La meta debe ser muy concreta y específica. Debe estar escrita con claridad, de forma sencilla y bien definida. Si a eso le añadimos el por qué quiero lograr esa meta y para qué quiero hacerlo, estaremos construyendo la herramienta que genera la motivación (definiendo los motivos para pasar a la acción.)
- ¿Para cuándo? Una meta sin fecha no es una meta es un deseo: ponle fecha. Tiene que haber una forma clara de medir el éxito del objetivo. ¿Cuándo lograrás tu objetivo? Plazos, fecha, cantidad. Define y sé específico.
- Creíble: si me pongo un objetivo enorme puedo verlo tan lejos e inalcanzable que en vez de motivarme me desmotive porque no me lo creo. La meta debe ser un reto, pero alcanzable, un desafío que nos motive y nos saque de la zona de confort. Por eso es mejor dividir cada objetivo en pequeños pasos, pequeñas metas más alcanzables, para llegar al objetivo final.
- Flexibilidad: los sueños en cemento, las metas en arena, porque nos tocará cambiar y readaptar los planes muchas veces. El mundo, la vida, el entorno y las circunstancias cambian, hay muchas cosas sobre las que no tenemos control y tendremos que readaptarnos, volver a planificar y reajustar el mapa.
Preguntas clave que debes hacerte
Podemos perder el rumbo, equivocarnos y caernos, todos lo hacemos, pero siempre podemos levantarnos y comenzar de nuevo.
Preguntas clave:
– ¿Cuál es tu objetivo más importante?
– ¿Cuándo quieres alcanzarlo?
– ¿Cuáles son tus prioridades ahora? Enfoca.
– ¿Qué quieres cambiar o mejorar?
– ¿En qué aspectos tienes que mejorar?
No esperes, pasa a la acción, todo está en ti, pero siempre viviendo el presente.