¿Te imaginas una vida sin problemas, en donde todo es fácil y sale bien, sin preocupaciones, sin conflictos, una vida sin ansiedad ni desafíos? Pues deja de imaginarlo porque no existe.
Lo expongo de otra manera: ¿cuántos meses, semanas o días consecutivos han pasado en tu vida sin que aparezca un problema inesperado, una situación imprevista, alguna decepción o nueva preocupación?
Al menos, en mi experiencia personal no han pasado muchos días seguidos sin que alguna “situación” se presentara de forma inesperada para hacer tambalear mi estabilidad.
El problema no es que llegue un contratiempo, sino pensar que no va a llegar. Los obstáculos, las alegrías, los desafíos, las decepciones, la confusión, las respuestas, la propia vida… siguen presentándose ante nosotros con sus sorpresas, al igual que las oportunidades. Nunca sabemos qué será lo siguiente.
1. ¿TE HAS CAÍDO ALGUNA VEZ?
¡Y quién no! Nadie se libra de esas caídas que todos tenemos en distintos momentos. Tenemos caídas personales, profesionales, emocionales, en nuestras relaciones… Pero una buena espada es templada al rojo vivo, se va perfeccionando con cada golpe, al igual que cada caída va forjando algo más fuerte en nuestro interior; es experiencia que nos aporta valor. Sin embargo, hay algo que debemos comprender.
► Con cada caída no volvemos a la casilla de salida
Nos caemos sí, pero hacia adelante. A pesar de la sensación de caerse, ya no lo hacemos tan abajo, nos frenamos cada vez un poco más arriba, tal como se ve en el gráfico de abajo. Las caídas llegarán, son parte del camino, porque es algo que le sucede a todo aquel que sigue buscando su cima personal.
La cuestión es seguir caminando, volver a levantarse, sacudirse el polvo y mirar hacia adelante. Esos son los momentos en los que las preguntas que nos hacemos son de vital importancia, son los momentos de reflexión sobre nuestra reacción, para transformar esas situaciones en lecciones de aprendizaje y superación.
► El único peligro es nuestro juez interior
¿Recuerdas el síndrome del impostor? Si tu respuesta es sí, ya sabes que debes desprenderte de la toga que a veces te pones, haciendo de cruel juez de la comparación. Esa valoración es la que nos hace sufrir, esa voz que inconscientemente nos compara en base a las expectativas de lo que esperábamos lograr. Lo cierto es que en muchas ocasiones la expectativa es la madre de la decepción.
Sin embargo, la vida cambia cuando cambiamos esas exceptivas por aceptación, aprecio y agradecimiento. El agradecimiento es un bálsamo que nos trae al presente, nos saca de la equiparación de cómo esperábamos que fuesen las cosas, nos ayuda a cambiar el enfoque, dirigiendo nuestra atención a lo que sí tenemos.
2. LOS PROBLEMAS VAN Y VIENEN… ASÍ QUE, ¿QUÉ VAS A HACER?
En vez de depositar todas nuestras esperanzas en la ausencia de problemas y de un futuro mejor, cuando nos centramos en ser más agradecidos, somos capaces de hacer del presente un lugar mejor. Aumentamos nuestra capacidad de apreciar y valorar lo que tenemos a nuestro alrededor, y esa mejora de nuestro presente es la que también nos ayuda a construir un futuro mejor, pero viviendo el ahora.
Los problemas van y vienen, como la noche y el día, el verano y el invierno; nada es estable, todo cambia, todo fluye y debemos fluir con la vida. El mundo no tiene ansiedad, no tiene prisa, son nuestras prisas y urgencias las que generan malestar.
Respira, observa y da gracias por tres cosas cada día, por la vida, por un nuevo amanecer, por la oportunidad de lo que está por venir, por las cosas más sencillas.
Cuanto más agradeces, más tienes. Además, es el antídoto para no perderse este momento, a la espera de llegar al siguiente.