Hoy en día son muchas las personas que viven sumidas en el descontrol que ejerce la prisa. Nuestro día a día nos marca un sinfín de tareas a realizar que son inabarcables y que, sin embargo, nos empeñamos en llevar a cabo según van surgiendo y sin ninguna planificación. Es un mundo acelerado en el que gobierna el subconsciente bajo las órdenes del estrés, que nos impulsa a realizar acciones que realmente no son importantes para conseguir nuestros objetivos reales.
Cuando uno trabaja de esta manera, el 98% de sus labores no da resultados. Por eso, es necesario pisar el freno y pararnos a pensar si estamos eligiendo el camino adecuado. Y si no lo estamos haciendo, hay que rectificar nuestra dirección.
Imagina por un momento que quieres viajar hacia Barcelona, pero con las prisas has cogido la carretera en sentido opuesto y te diriges a Madrid. Si no paras y visualizas tu situación, seguirás yendo a Madrid, con la pérdida de tiempo y recursos que ello supone. Pero si te detienes en la primera gasolinera que encuentres y lo piensas detenidamente, encontrarás la estrategia perfecta para rectificar el camino minimizando los daños.
En nuestra vida diaria pasa lo mismo: tenemos que parar, pensar, priorizar y, de esta manera, conseguir que nuestro lado consciente tome las riendas. Es él, y no el subconsciente, el que tiene que decidir lo que es prioritario en nuestro día a día.
Claves para desacelerar y saber parar a tiempo
1) Tomar consciencia… y conciencia: Sin dar este primer paso, poco podemos lograr. Hemos de ser conscientes del error que supone vivir a toda velocidad, algo que repercute en nuestra salud, en nuestro trabajo, en nuestro ocio, en nuestros sueños… Saber que lo estamos haciendo de una forma equivocada y que la solución está en desacelerar para poder mirar con perspectiva el entorno en el que nos movemos y que no nos deja avanzar.
2) Saber cuándo parar: Cualquier momento es bueno, si nos lo proponemos y lo planificamos, pero es más eficaz encontrar un hueco tranquilo y sin interrupciones: mientras comemos, al final del día… Si cada día nos paramos a reflexionar 20 minutos podremos apreciar qué cosas estamos haciendo bien y cuáles mal. Hacernos una autocrítica diaria para que nuestro lado consciente gobierne y enfoque nuestra mirada hacia lo que realmente es importante en nuestra vida.
3) Planificar: Una vez que nos pongamos en modo ‘pausa’, es el momento de planificar: marcarnos un sueño, un objetivo, un ‘para qué’ y agendarnos acciones sencillas, concretas y asumibles encaminadas a lograrlo. Hay que tener en cuenta que una hora de planificación equivale a casi 40 de ejecución. Es decir, no seguir una serie de acciones pautadas a un ritmo asequible nos va a hacer perder 40 horas de trabajo, que probablemente sólo van a servir para apagar fuegos.
Lograrlo no es fácil, implica salir de nuestra zona de confort, derribar barreras mentales y adquirir nuevos hábitos de trabajo. Nos obliga a renunciar a la búsqueda del placer inmediato y visualizar el beneficio que este esfuerzo nos proporcionará a largo plazo. Para ello, se necesita constancia, perseverancia y no abandonar nunca ese camino marcado.