En base a las leyes estadísticas, la mayoría los jefes están en un término medio en cuanto a talento y gestión. Sin embargo, los jefes que son realmente malos tienden a compartir estas 10 características, fácilmente identificables.
Son indecisos
Los malos jefes analizan los problemas hasta la extenuación y toman decisiones que revisan con frecuencia, es decir, son indecisos.
Por el contrario, los buenos jefes toman decisiones rápidamente y se mantienen firmes ante ellas porque saben que la falta de decisión es un fallo por defecto.
Son impacientes
Los malos jefes tienen poca paciencia y son rápidos para desahogar su frustración con los empleados.
Por el contrario, los buenos jefes mantienen sus temperamentos bajo control, para no intimidar a los empleados y, así, no cometan más errores.
Son excesivamente dramáticos
Los malos patrones inflan cada revés en un desastre, cada competidor en un gigante y cada día de trabajo en una serie de conflictos.
Por el contrario, los buenos jefes convierten los contratiempos en escalones, los competidores en aliados y cada día de trabajo en un buen día para estar vivos.
Su criterio es el único
Los malos jefes creen que solo hay una forma de hacer algo: «A mi manera».
Por el contrario, los buenos jefes utilizan los rasgos individuales de sus empleados para encajar los objetivos personales con los objetivos comerciales.
No son autoconscientes
Los malos patrones cabalgan la montaña rusa de sus propias emociones, arrastrando a los empleados junto con ellos.
Por el contrario, los buenos jefes cultivan la conciencia emocional para comprender sus propios procesos y aprovecharlos en beneficio de todos.
Son arbitrarios
Los malos jefes dan tareas, beneficios y aumentos a los empleados que ellos prefieren.
Por el contrario, los buenos jefes le dan a cada empleado la oportunidad de destacar a su manera o cómo saben hacerlo.
Son demasiado vanidosos
Los jefes malos acaparan la atención y se atribuyen el mérito de los éxitos de su equipo.
Por el contrario, los grandes jefes siempre se dan cuenta de que sin los trabajadores que realizan en realidad las tareas, no existirían los «grandes méritos».
Son inflexibles
Los jefes horribles siempre intentan replicar éxitos pasados, incluso si son historia antigua.
Por el contrario, los grandes jefes tratan los éxitos pasados con cautela porque «lo que te llevó a donde estás ahora no te llevará a donde quieres ir».
Culpan a otros
Los malos jefes toman o hacen a otros como chivos expiatorios cuando las cosas van mal.
Por el contrario, los grandes jefes saben que el fracaso de un equipo es siempre un fallo de su liderazgo y raramente del equipo mismo.
No son agradecidos
Los jefes malos se caracterizan a sí mismos como «hechos a sí mismos» porque han trabajado muy duro.
Los buenos jefes siempre son conscientes de que tienen éxito porque están rodeados o apoyados por buenos equipos y compañeros.