FYI. Casi 500 millones de personas de los cinco continentes hablamos la lengua de Cervantes. Sólo nos supera el chino mandarín; y, sin embargo, es el inglés el idioma del que en pleno siglo XXI más se nutre nuestro día a día profesional y empresarial, fundamentalmente en los términos asociados a las nuevas tecnologías.
Las palabras de origen anglosajón que empleamos no tienen normalmente un equivalente claro en nuestro idioma; o si lo tienen, no suenan tan cool. A pesar de esto, cada vez más convivimos con nuevos conceptos que, sin quererlo, nos simplifican la vida y, por qué no admitirlo, nuestra forma de comunicarnos y trabajar. Un primer ejemplo cotidiano: Conectamos el ordenador y al abrir la red social favorita, vemos que los amigos le han dado like a las nuestras fotos del fin de semana.
En el quehacer diario, nuestros proveedores, clientes y colegas envían mails con un montón de acrónimos que la primera vez que los leímos tuvimos que consultar. Más ejemplos: el envío de una factura ASAP (as soon as possible), o peticiones para hacer un update del estado de una gestión.
No solo encontramos estos anglicismos cuando abrimos nuestro laptop o ultrabook o usamos nuestro Smartphone; también en acciones tan cotidianas como el ir a comprar vemos alguno que ya nos resulta familiar pero que nunca nos hemos preguntado qué hay detrás.
Es el caso de contactless. La palabra contact significa contacto en castellano y el sufijo -less es el equivalente a nuestra proposición “sin”, por lo que podríamos traducirla como “sin contacto”. Se trata de una de las más recientes innovaciones de los pagos electrónicos, que nos ha cambiado la forma en la que pagamos y somos pagados.
La innovación del contactless ha cambiado la forma en la que pagamos y somos pagados
¿Cómo funciona el contactless?
Este método de pago funciona de una manera muy simple y sencilla: únicamente tenemos que coger nuestra tarjeta de la cartera, acercarla al lector y, si la luz verde se enciende, el pago se habrá realizado y no tendremos que hacer nada más. Eso si el importe es inferior a 20 euros. Si es superior, solo será necesario introducir nuestro PIN.
Detrás de esta comodidad se encuentra la tecnología NFC, que consiste en la incorporación de un chip a la tarjeta -mucho más seguro que la antigua banda magnética- y una antena que responde a las órdenes del terminal de pago. El alcance de transmisión no supera, por lo general, los cinco centímetros y las transacciones están protegidas con el mismo estándar (EMV) que protege a las tarjetas tradicionales. Cuando una tarjeta contactless recibe la solicitud de un TPV, el chip genera una clave cifrada que servirá para un único uso. Esta clave, en el remoto caso de intercepción, no será válida para la siguiente transacción, por lo que la seguridad está presente en todo el proceso y desde el origen.
Un símbolo, un gesto, eso es todo. Acercas la tarjeta al lector y ya habrás pagado. Así de sencillo.
Aunque infrecuente, es posible que alguna vez nos encontremos con algún terminal que no tenga el símbolo contactless. En tal caso no habrá problema porque se podrá seguir pagando como antes: introduciendo la tarjeta en el lector e insertando el número PIN.
La tecnología contactless no solo es cómoda para nosotros. Cuando vamos a comprar a una tienda, suele suceder que el vendedor tiene que estar atendiendo y cobrando a todas las personas que quieran comprar, lo que provoca que el tiempo de espera para pagar nos parezca eterno. Usando estas tarjetas ganaremos tanto en seguridad como en comodidad. Solo nosotros tendremos acceso a la tarjeta, la transacción estará protegida, y disfrutaremos de más tiempo para dedicar a nuestro negocio.
Una vez visto cómo funciona la tecnología contactless podemos comprobar que detrás de muchos anglicismos, además de expresiones propias de conversaciones por correo electrónico, hay una serie de innovaciones que nos facilitan la vida. ForYourInformation.
