El Centro de Estudios del Coaching (CEC), ha emitido un listado de reflexiones dirigidas a emprendedores, tanto a los que ya tienen su proyecto en marcha, como a los que están pensando hacerlo en un futuro próximo. Dichas reflexiones están formuladas como preguntas que debería hacerse a sí mismo todo emprendedor antes, durante y al final de su aventura empresarial. Según los responsables del CEC, pueden ayudar al nuevo empresario a conocer mejor los motivos que han llevado a montar su propio negocio y, a partir de ese autoconocimiento, a tomar mejores decisiones.
“El emprendedor suele ser bastante riguroso a la hora de preparar las cuestiones relacionadas con el plan de negocio, el análisis de mercado o la estructura de costes. Pero hay factores y cuestiones más emocionales que subyacen a lo puramente empresarial que también son determinantes para la buena marcha de un negocio. Estas cuestiones constituyen el otro “plan de negocio” que debería tener todo proyecto y que no siempre son tenidas en cuenta”, señala Miriam Ortiz de Zárate, socia directora del Centro de Estudios del Coaching.
Para José Manuel Sánchez, socio director de esta escuela, “hay negocios que, a priori, están muy bien diseñados, y que, sin embargo, hacen aguas al cabo de un tiempo por razones que sus propios responsables no alcanzan a explicarse. Y muchas de esos fracasos podrían evitarse si el emprendedor hubiera hecho el ejercicio de formularse las preguntas adecuadas antes de tomar una determinada decisión”.
El plan de negocio emocional del emprendedor en 8 preguntas
- ¿Por qué crear una empresa? Parece una obviedad, pero raramente nos detenemos a analizar de dónde procede la energía que nos lleva a tomar el camino empresarial. ¿Cuál es la verdadera motivación? Puede que estemos llevando adelante nuestro sueño, pero también puede ser que estemos intentando huir de algo (por ejemplo, alejarnos de un trabajo que no nos gusta). Algunos emprendedores inician su proyecto porque están resentidos contra su empresa y, en el fondo, buscan vengarse haciéndoles la competencia o llevándose sus clientes. La ira es una energía muy poderosa que puede proporcionar el impulso necesario para arrancar, pero para mantener en pie un proyecto de emprendimiento se necesita mucho más.
2. ¿Para qué necesito un socio? Es frecuente que la persona que tiene la idea inicial invite a otras a sumarse al proyecto. Antes de tomar una decisión de tanta trascendencia, convendría preguntarnos por qué lo hacemos. ¿Es porque necesitamos otros perfiles complementarios que aporten capital, contactos, conocimientos, competencias y habilidades distintas a las nuestras? ¿Es porque no queremos emprender esa aventura en solitario? ¿O tal vez porque es lo que se espera?
3. ¿En qué me centro a la hora de buscar compañeros de viaje? Siguiendo con la reflexión sobre los socios, ¿dónde ponemos el foco a la hora de elegirlos?, ¿Qué factores debería tener en cuenta? A menudo nos fijamos en factores económicos como la capacidad de aportar capital, olvidando otros muchos elementos tan importantes como la calidad de la relación, hasta qué punto estamos alineados en valores y principios rectores o si tenemos una visión compartida del proyecto. Hacen falta muchas conversaciones previas para poner en relieve todos estos aspectos.
4. ¿Estamos preparados para soltar nuestra idea inicial? Muchos emprendedores inician un proyecto a partir de una idea brillante y generadora. No obstante, lo más probable es que esta idea se vea sometida a muchas adaptaciones y cambios a lo largo del proceso de gestación. A veces, la dificultad está en tener la flexibilidad suficiente como para subirse a esta corriente de cambio y adaptación, que seguramente va a producirse desde el primer día, y aceptar que algunos aspectos del proyecto van a sufrir modificaciones.
5. ¿Qué aspectos de mi proyecto quiero conservar a toda costa? También es importante reflexionar en la idea contraria. ¿Qué necesito mantener?, ¿cuál es la esencia de mi visión que para mí es importante conservar? Es importante dar respuesta a estas preguntas, estar en contacto con esos principios y valores y no renunciar a ellos, ya que son la columna vertebral de nuestra propuesta.
6. ¿Nos estamos saboteando a nosotros mismos? Aunque resulte difícil de creer, somos capaces de autosabotearnos de muchas maneras diferentes. Cada vez que nos decimos a nosotros mismos: es muy difícil, no soy capaz, esto está fuera de mi alcance, nos estamos saboteando. Muchas buenas ideas no consiguen pasar estas primeras barreras. Pero incluso los emprendedores más atrevidos, se enfrentan a este tipo de dificultades a lo largo del camino. El miedo al fracaso, a no estar a la altura, a no ser lo bastante bueno o a que nuestras ideas sean rechazadas por el mercado puede jugarnos malas pasadas y hacernos evitar o retrasar determinadas acciones. Es importante estar atentos para identificar este tipo de situaciones. Porque si somos capaces de darnos cuenta de que estamos poniéndonos palos en las ruedas, estaremos en disposición de hacer algo al respecto.
7. ¿Cómo me preparo para los conflictos? A menudo vivimos con la fantasía de que, si hacemos lo adecuado, alcanzaremos un lugar de equilibrio y calma, libre de conflictos y avatares. Esto nunca es así. Los conflictos son parte de la vida, podríamos decir incluso, que son un aspecto saludable de las relaciones. ¿Cómo nos preparamos para abordarlos?, ¿somos capaces de vivirlos con normalidad o cuando aparecen nos sentimos frustrados y defraudados? Y sobre todo, ¿tengo las herramientas adecuadas para afrontarlos? Gestionar adecuadamente los conflictos requiere autoconocimiento, una adecuada gestión emocional y capacidad para establecer límites.
8. ¿Estoy listo para que mi proyecto termine? Las empresas, como los seres vivos, también tienen un proceso vital de nacimiento, crecimiento, madurez y muerte. Tener la capacidad de intuir en qué fase vital nos encontramos es fundamental para identificar ese momento en el que el proyecto ha llegado a su final. Cuando llega el momento, es tan importante contemplar los aspectos administrativos y financieros como los emocionales. Un buen cierre ayuda enormemente a las personas involucradas a completar el ciclo y a aceptar que cuando una puerta se cierra, otras se abren.