El elevado desempleo en nuestro país, otra característica de nuestra economía, en este caso, claramente negativa, también puede encontrar respuesta, una de las muchas y variadas que necesita, en el sistema de franquicia.
Si ya convinimos acerca de la dificultad que entraña hacer crecer una empresa, tampoco resultará difícil ponernos de acuerdo sobre la complejidad de poner en marcha un negocio, al menos, uno que tenga probabilidades ciertas de sobrevivir.
Hoy día, resulta más sencillo y rápido que nunca antes constituirse como empresario, independientemente de la fórmula que elijamos.
De nuevo sin entrar en discusión sobre el indudable margen de mejora existente, la realidad es que las complicaciones no están en el aspecto administrativo, ni siquiera están en las ayudas existentes al emprendimiento, dicho sea esto con las necesarias reservas y sin ánimo de crear polémica alguna.
La dificultad está en la razón por la que tomamos esa decisión, nuestro proyecto profesional o empresarial.
Una dificultad que también el Franquiciador debió afrontar en su momento, y de la que salió indudablemente airoso toda vez que, de acuerdo con la propia Asociación Española de Franquiciadores, para poder ser considerada como tal, una organización debe contar, al menos, con cuatro establecimientos operativos, de los que dos, como mínimo, deben tener probada una antigüedad de dos o más años en el desarrollo ininterrumpido de su actividad.
Como en el mundo de los productos financieros, donde se nos avisa de que “rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras”, en el mundo de la empresa en general, y en el de la franquicia en particular, no hay garantías.
Pero la experiencia es un grado. Y el sistema de franquicia permite a un nuevo empresario “asociarse” con un empresario de éxito en la puesta en marcha de su propia actividad económica.
Incorporamos en este punto el concepto de “sociedad”, como criterio que, en nuestra opinión, debe gobernar el proceso, toda vez que permite al franquiciado beneficiarse de la experiencia, de éxito y de fracaso, del franquiciador y, a éste, incorporar a su negocio el talento y la actitud de un nuevo componente.
La esencia del modelo de franquicia tiene que ver con la replicabilidad de casos de éxito y, por ello, la adquisición de una franquicia debe necesariamente suponer una disminución de los riesgos propios de toda iniciativa empresarial.