En 1978, en los comienzos de la transición hacia la democracia, España era un desierto en instituciones representativas de la sociedad civil. El Gobierno del momento, con Adolfo Suárez como Presidente, se ocupaba fundamentalmente del gran cambio político del país, tarea de titanes culminada con tal éxito que fue durante muchos años posteriores, objeto de análisis y estudio en numerosos países.
Pero la atención a la economía, pasó a un segundo plano. La inflación en España llegó a cotas del 20%, los tipos de interés bancarios sobrepasaban el 18%, y la mayoría de las empresas aspiraban a lograr amortizar los créditos bancarios como su gran objetivo.
España estaba siendo sacudida por los cuatro costados. Los terroristas de ETA asesinaban cada vez más, primero militares, luego políticos y en medio a ciudadanos que no eran ni militares ni políticos. El sarampión de las huelgas alcanzó a todos los colectivos del país. Recuerdo escuchar en un telediario el aviso de huelga de los músicos de la orquesta de RTVE, quizá el último de los colectivos en realizarla. Cada año de esos se perdían millones de horas de trabajo.
Por suerte, España venía ejerciendo un desarrollo sostenido desde la década de los 60, con lo que pudo aguantar el tremendo zarandeo económico a la que fue sometida durante casi cinco años.
En medio de ese panorama, el empresario de aquellos días, estaba considerado como “un hijoputa que lo único que quiere es forrarse a costa de explotar a los demás”. Y aunque alguno de esos hubiera, lo cierto es que la inmensa mayoría ere gente normal con aspiraciones a mejorar su nivel de vida, arriesgando y empeñando su pequeño o gran patrimonio en poner en marcha proyectos (mayoritariamente pequeñas empresas), en sectores como la agricultura, industria, comercio o servicios, riesgo que en 1978 no era grande, era muy grande.
Dos años antes, 1976, en Canarias nace ASINTE (Asociación Industrial de Tenerife), de la mano de 12 empresarios industriales tinerfeños, que luego pasó a ser ASINCA (Asociación Industrial de Canarias), primera institución empresarial canaria que supuso la expansión a otros sectores productivos.
Escribió García Márquez: “La vida no es la que uno vive, sino la que uno recuerda”.
Recuerdo la visita a Canarias de Carlos Ferrer Salat, en su calidad de nuevo Presidente de CEOE, para apoyar la constitución de la Confederación de Empresarios de Santa Cruz de Tenerife, y al recién nombrado Presidente, Juan Jesús García Sanjuán. En aquel momento éramos pocos muy pocos, la cultura del asociacionismo no se practicaba; la labor de captar empresas para crear una patronal fuerte requería un gran esfuerzo con pobres resultados. No se creía en eso. El empresario de la época, remiso a participar colectivamente, se movía solo, como en los western, y para él solo eran sus éxitos y sus fracasos. Y esto pasaba igual en los distintos sectores económicos, sus líderes del momento dedicaban muchas horas al proselitismo asociativo. Era agotador. Pero como toda labor continuada, acabó dando sus frutos.
En mi opinión, hubo en España dos acontecimientos sobresalientes que fijaron definitivamente el rumbo hacia un crecimiento sólido y con ciertas dosis de confianza y modernización. El primero fue el fracaso del intento de golpe de estado en 1981, con el reforzamiento de la figura del Rey Don Juan Carlos, y el segundo el definitivo ingreso de España en la Comunidad Europea, en 1986, con una apuesta firme europeísta del presidente Felipe González. El gran debate en Canarias era el modelo de nuestras relaciones con la CEE. El mundo empresarial estaba claramente dividido; los sectores productivos querían integración plena con determinadas concesiones, y sectores importadores no integración con determinadas concesiones. Las patronales fueron piezas clave en todo el proceso, participando ampliamente y marcando opinión con el fin de inclinar la balanza a favor de sus tesis. Puedo asegurar que no había en España una Comunidad Autónoma como Canarias, con mayor conocimiento y participación en asuntos europeos.
Poco a poco y en el transcurrir de los años, las distintas patronales sectoriales se iban incorporando a CEOE-Tenerife, alcanzando en 1990 la ansiada y total unidad institucional. Se empezaba a comprender que sin unidad y cohesión, era muy complejo conseguir los objetivos marcados. Las legítimas discrepancias entre sectores económicos por la defensa de sus intereses, se discutían internamente en el seno de la Confederación, y a veces se tardaba semanas en conseguir acuerdos tras intensos debates.
La relación de las patronales canarias con los sindicatos más representativos siempre ha sido, cuando menos fluida. Y lo mismo con los distintos gobiernos y partidos políticos, mostrando unidad de criterios que con frecuencia alcanzaba resultados positivos.
En este año se celebra el 40º Aniversario del nacimiento de CEOE-Tenerife. Viví y participé desde el principio en ello.
Y durante 22 años fui su Presidente (1988-2010). Miles de imágenes, personas y situaciones pasan por mi cerebro a la velocidad de la luz, pero la experiencia personal fue irrepetible. Tengo que nombrar a cuatro personas que fueron decisivas para el recorrido de la institución, sus dos Presidentes anteriores tristemente ambos fallecidos: Juan Jesús García San Juan y Rodolfo Machado y dos Secretarios Generales, cuyo oficio supuso un impulso definitivo, como fueron Carlos Ramos y Pedro Alfonso. La alta cualificación de su personal y su entrega al trabajo riguroso han contribuido a que CEOE-Tenerife sea respetada. Los empresarios que han formado sus distintas Juntas Directivas han mostrado asimismo, un alto grado de compromiso con la Institución, potenciando su imagen al resto de la sociedad.
El Presidente actual, José Carlos Francisco y el Secretario General, Eduardo Bezares están llevando a cabo una actuación muy positiva que marca futuro consolidado.
Pero si hay algo a lo que quiero dar el máximo valor, es al resultado de una macro encuesta recientemente realizada en Canarias, que sentencia que el 73% de los canarios encuestados, valora como “positivo o muy positivo” el papel que desempeña la empresa en el desarrollo de las islas. En cuarenta años de trabajo, las patronales canarias le han dado la vuelta al concepto que la sociedad tenía del empresario en 1978, y eso, creo, compensa todo el esfuerzo que este colectivo ha realizado en este tiempo, al tiempo que uno mira el futuro un poco más esperanzado.