Es sabido que las entidades (asociaciones, Sociedades de capital, entidades sin ánimo de lucro…) deben tener una cuenta separada para llevar su tesorería y contabilidad. El flujo de entradas y salidas debe corresponderse exclusivamente con ingresos y gastos derivados de la actividad que desarrollan. Nunca pueden cargarse gastos privados de los socios o partícipes en la cuenta de la entidad, a pesar de que esto ocurre con más frecuencia de la que debiera.
La mayor parte de las entidades deben presentar el Impuesto sobre Sociedades, que obliga a llevar una contabilidad oficial en la que todas las partidas de la cuenta de bancos deben estar claramente identificadas. Esta es una de las razones que impide mezclar en una misma cuenta la actividad privada y la empresarial. Pero, en cualquier caso, es más que lógico que cualquier asociación debe tener una cuenta propia con los ingresos y los gastos que le corresponden.
Pero, ¿y el autónomo? Al ejercer su actividad como persona física, muchos autónomos no separan lo que corresponde a su negocio de los movimientos bancarios derivados de su vida personal. A pesar de que no existe impedimento para actuar así, esto es totalmente desaconsejable.
La propia operativa bancaria suele fomentar la apertura de cuentas de empresa con unas condiciones beneficiosas a efectos de comisiones o de tarjetas de crédito o débito. Pero, aunque no fuera así, separar la actividad de nuestro negocio nos permite planificar mejor la tesorería y valorar nuestros recursos.
Aunque el autónomo no tiene una nómina propiamente dicha, lo más prudente es que se asigne una cantidad mensual a modo de salario. De este modo puede llevar la cuenta de lo que necesita y de lo que gasta. También podrá evaluar más fácilmente la rentabilidad de su negocio y controlar los vencimientos de facturas y las devoluciones. Sería un completo desbarajuste que en una misma cuenta entraran cargos de casa (hipoteca, suministros…) y de la actividad (facturas de proveedores).
Por otro lado, el tener una cuenta de empresa nos facilita el poder desgravar gastos y comisiones, mientras que si está todo mezclado, es muy difícil justificar qué gastos bancarios derivan de la actividad profesional y cuáles de la personal.
Aún cuando el autónomo no cuente con local de negocio y tenga pocos movimientos de tesorería, es aconsejable hacer esta separación que nos permitirá, por otro lado, controlarnos a nosotros mismos y evitar gastar un remanente en cuenta que podemos necesitar para afrontar pagos futuros.